sábado, 5 de abril de 2014

Retrato de la Soledad (sábado, 14 de diciembre de 2013)



            Hace un año más o menos les invitaba a ustedes a leer «Ícaro & Co.» (Libros del Aire) y parece que me hicieron caso, a juzgar por las cifras de ventas, inusuales para un libro de poesía. Así que vuelvo (vuelven mis editores, en este caso César Sanz -Difácil- que ya publicó «Teoría de la luz.» en 2004) a cometer esa doble o triple imprudencia de traer a este mundo alterado por la crisis una delicada criatura de papel y palabras que se titula «Retrato de la soledad».
            Tengo la suerte de tener buenos lectores (y noto su presencia cada día), pero que haya editores que quieran jugarse su dinero en la ruleta de la literatura me llena de emoción. Y de orgullo. Les veo sumar su montoncito de papel (ése que lleva impresas mis palabras) y apostarlo en el tapete con gentileza, valentía y una hermosa sonrisa.
            Recuerdo aquellos años en que llamaba a las puertas de las editoriales un poco como en la canción de Bob Dylan Knocking On Heaven’s Door, y éstas permanecían sólidas e inexpugnables como señoritas de la alta sociedad. Cuánto dinero gasté en sellos y fotocopias, en ofrendas votivas a los dioses de Correos. Jamás lo recuperaré. Pero ahora, como si el destino, porque el destino es irónico, volviera sobre sus pasos o aquellas señoritas rindiesen sus murallas de inconsútiles sedas sin pedírselo, los editores hacen cola a la puerta de mi casa.
            No creo ser mejor ahora que entonces, pero quizá he perdido mi vida en este afán, que no es ningún afán, sino la manera que hemos ido adquiriendo de permanecer en el mundo (mi manera de estar solo, decía Pessoa), y estas manzanas que doy vienen los pájaros, benditos sean, a comérselas. Pero —¡ay!— aunque supiera la lengua de los ángeles

Eduardo Fraile

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