“Sus piernas, al trasluz de la lámpara, persistían en ser
la estructura más armónica que la Naturaleza hubiera inventado para
martirizarme”. Así retrata a Tub, el personaje femenino más perturbador de “El
gran momento de Mary Tribune”, de Juan García Hortelano, el protagonista sin
nombre de esa enorme novela, una de las Top-10 de la Literatura
española, sin ninguna duda. Tengo todas las ediciones en español, más algunas
de las traducciones que he ido encontrando en mis viajes. (¡Hay una al chino!)
Qué grande es Juan García Hortelano, y qué desconocido entre las hordas
analfabéticas que aclaman a los héroes que vuelven de los estadios coronados de
laurel. Tub, Sagrario Tamburini, Guada, la secretaria ministerial, llamada con
33 nombres distintos, casi como jaculatorias, como piropos jugosísimos puro
Cantar de los Cantares, Merceditas, Encarna, la propia Mary Tribune… Ángeles de
deliciosa carne de palabras, tan fieramente (tan orgullosamente) humanas…
Sólo un poeta puede hilar esa prosa hecha de miles y
miles de idas y venidas acarreando el néctar de las flores de la luz, de la
sonora miel de las palabras. En el cielo que pueblan esos ángeles, y donde
están también Ann Smiley o Nausícaa, junto a las más bellas creaciones de
gentes que quizá no fueron muy amadas, pero que amaron mucho y bien, está
García Hortelano, gozando de lo lindo, el muy cabrón, porque ése es su
merecido. Y desde allí (y desde aquí, que quizá tengamos en nuestras ciudades
una calle con su nombre) su recomendación, su admonición, su advertencia
poderosa y magnífica: “No imagines, recuerda,/ poeta vergonzante,/ pordiosero
de imágenes,/ profanador de oficio,/ plagiario, hermafrodito,/ chulo de la
Belleza”.
Eduardo Fraile
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