lunes, 7 de abril de 2014

Mamen (sábado, 5 de abril de 2014)



            Recuerdo aquellos meses en el profundo Sur, convaleciente entre los olorosos eucaliptos, como cuando mi madre nos hacía tomar vahos en la cocina de Madrid, bajo grandes toallas, durante nuestros primeros resfriados… Era el otoño lluvioso del 83, y luego fueron el invierno más lluvioso aún y la primavera dulce del 84 en Valverde del Camino, ese pueblo de Huelva donde se hacían los botos camperos que calzaban los pogres de postín.
            Recuerdo a Mamen, sus piernas largas y flexibles exhibiendo aquellos vaqueros pintados con florecitas por ella, en esos ratos perdidos de la siesta en su casa fresquísima. Su delgadez, sus ojos negros mirándome, fijándose en el chico vallisoletano, ése de la barba del color de las castañas. Eran muchas hermanas, todas guapas, cada una con su belleza especial. Qué casa aquella, me parecía  que así tenía que ser el Paraíso, y ellas salían con unos y con otros, taconeando mucho, rompiendo corazones, como tiene que ser. Mamen.
            Todavía recuerdo el sabor de su saliva, el tacto de su piel que me dejaba sin palabras, como con extrañeza, como si no fuera de aquí. Seguro que se casaría, que ahora tendrá a su alrededor una copiosa cosecha de ángeles humanos con omóplatos (o escápulas) que les delatan. Tan alta, tan esbelta, tan educadamente bien plegadas sus alas…
            Yo no sé, quizá la vida bien me pudiera haber dejado allí, con ella, entre los eucaliptos aromáticos, balsámicos, y los pinos salados de Valverde del Camino… Seguro que habría sido feliz al 100%. Pero la vida también sabe cuál es nuestra misión y nos preserva para ella.
            Cambiaría mis libros por no estar ahora recordándola, por haber compartido su alegría, su risa cabrilleante, cascabeleante, su ligereza, su vuelo chagalliano y sus pasos, cuyo eco aún resuena por los callejones de mi corazón.

Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario