sábado, 5 de abril de 2014

Cómo saber si estás enamorada (sábado, 22 de febrero de 2014)



            O enamorado, que aquí sí es preceptiva la discriminación de género. Pero el caso es que quien le pregunta eso a su padre, con el corazón pelirrojo y adolescente en un puño, es Alexis Castle, la hija del famoso novelista de bestsellers metido con calzador en la comisaría de la maravillosa inspectora Kate Beckett.
            Papá, ¿cómo sabré si estoy enamorada?
            Qué delicia. Quizá ser padre tenga momentos como éste, que compensan una vida entera de donación de sí, no sé, yo sólo he tenido árboles y libros, aunque nunca se sabe. Imagino por un momento que un ángel llama a mi puerta y, justo en el instante siguiente al que me enamoro sin remedio, me dice que es hija mía, y entonces sí que dejo la lírica y me paso a la escritura de novelas.
            Porque la pregunta, hermosa y pura como la luz, tiene su intríngulis, su busulis, su chiendent, en francés. Esto es amor, quien lo probó lo sabe, dice el poeta, pero hasta que eso ocurre, hasta que la vida nos hace el don infinito de enseñárnoslo… ¿cómo sabremos si lo estamos?
            Y Castle traslada la pregunta y la extiende por toda la comisaría: los inspectores Ryan y Expósito, y por supuesto su musa, Stana Katic en la vida real, alta y delgada, casi pívot de baloncesto femenino, con su nombre yugoeslavo y su perturbadora allure. Y la respuesta es unánime: Porque entiendes las canciones. Nada de palpitaciones, ni ausencia de apetito, ni insomnio ni enajenación ni abstracción. De repente, todas esas estupideces de que abundan las canciones y los poemas de amor cobran sentido, y una especie de venda que nos cubría los ojos del entendimiento cae súbitamente y ahí estamos, con una manzana a medio morder en una mano… Y lo sabemos.


Eduardo Fraile

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