sábado, 5 de abril de 2014

Maternidad (sábado, 28 de diciembre de 2013)



            Quiero dejarles hoy mi felicitación navideña, como antaño el cartero, el lechero, el carbonero, el sereno, el basurero o el yelero estos días azules y este sol de la infancia llamaban a nuestra puerta de San Telesforo, en Madrid, para pedir el aguinaldo. Y como yo soy su articulista de los sábados, vengo a desear a mis lectores humanidad (que viene de humus, tierra) y animalidad, que es la cualidad de los seres portadores de un alma.
        He visto el otro día un documental en que se recogían cuatro ejemplos de entendimiento entre animales y humanos que casi nos recuerda épocas pasadas en que esa convivencia era natural y entrañable. En Nueva York están por la labor de ayudar a las abejas a no desaparecer, y las azoteas de Manhattan pululan de colmenas, pues parece que Central Park está menos contaminado de pesticidas que las zonas agrícolas. En Fez (Marruecos) en casi todas las terrazas hay cría de palomas, veneradas por sus excrementos, que se usan en el curtido de las pieles y que parece ser que guardan el secreto de su suavidad insuperable. Y los murciélagos de… no lo recuerdo bien: ¿Phoenix (Arizona)? ¿Denver (Colorado)? Una ciudad que ha descubierto lo útiles que son para mantener el aire purísimo de insectos, e incluso se han convertido en reclamo turístico —y crematístico— cada atardecer…
            Pero la estampa que quiero dejar aquí es la de las madres de tampoco recuerdo qué comunidad africana que, a la par que a sus bebés, amamantan a las cervatas de gacela que se han quedado huérfanas (o por los cazadores o por sus depredadores naturales). Maravillosa belleza de una gacelilla (puro Chagall, puro Cantar de los Cantares) succionando la vida de un seno de mujer. Paz en la Tierra. Puro Paraíso.


Eduardo Fraile

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