Te
debo
mi
mejor libro, el más parecido a ti, donde tu nombre
es
la piedra angular que sostiene la bóveda,
la
cúpula de la luz. Han pasado los años,
tu
recuerdo
ya
no me duele puntual en la noche numinosa
y
al despertar quizá son otras sílabas
las
que apuran mis labios. No sé,
cuántos
años benditos pronunciando tu nombre
en
el amanecer… Y quizá ese dolor que fui haciendo mío,
atesorándolo
con ferocidad (pues eso era lo único
que
me quedaba de ti) me hizo crecer,
me
hizo mejor, quizá más digno
de
tu amor cuando ya nada importaba…
Qué
poco te tuve y cuánto tardé no en olvidarte,
sino
en poder ser yo de nuevo…
Otra
vez
hoy
es
tu cumpleaños. No tienes 24
ya,
sino… Dios, cómo ha pasado el tiempo,
menos
para quien fui, para quien fuiste
(aquellos
que no somos ya hoy), inseparablemente
fundidos
en la luz de una estrella,
Eduardo Fraile