sábado, 7 de mayo de 2016

Ellas

Echo de menos los paseos con Ariadna y Casandra
por los alrededores de la Catedral. Ir a recoger las plumas
de las cigüeñas, escalar por las piedras del atrio
(ellas dos), y luego penetrar en el frescor resonante
y oloroso del templo para encender velillas
en los lampadarios, o comprar alguna postal del museo,
o sentarnos en un banco a escuchar la música del órgano
si alguien lo estuviera tocando. Han crecido.
Sus padres se han separado. Nos encontramos a veces en la frutería,
y ya no son las niñas que salen en uno de mis libros,
pero de alguna forma siguen en mi corazón,
creciendo, haciéndose mayores, olvidándome…
O quizá no, creciendo en estatura y en belleza
hasta ese cielo en que las deseé junto a mí.


Eduardo Fraile

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