sábado, 28 de diciembre de 2019

Última página del cuaderno de Iowa


            Denver, espérame unos días.
Tengo algo que resolver para que todo quede despejado. Voy a ir sola, aunque la fuerza que necesito para hacerlo la he hallado en ti. Volveré pronto. Como mucho tres o cuatro días. Me protegerás mejor desde aquí.
            Tuya siempre,
I.

Eduardo Fraile

sábado, 21 de diciembre de 2019

¿Iowa? ¿Nevers? Nevers Iowa


(¿Iowa? ¿Nevers?)

Había pasado ya el invierno. Sería como marzo o así,
luego la primavera que vivimos juntos en el almacén de
Balneario Ediciones y después los breves días en la
montaña de Gijón. En el verano ya emprendimos el vuelo
hacia aquella ciudad de las chicas más guapas del mundo…
¿Cuánto tiempo viajamos por Estados Unidos? ¿Vivimos
allí la Navidad del medio Oeste, más fría todavía que
la de Valladolid? Entonces sí, debimos abrazarnos junto
a una chimenea cuyos troncos nos recordaban a nuestras encinas.
¿O quizá fue un sueño? ¿La proyección del deseo aún
vivo tras el desgarramiento de la separación?

(Nevers)

            Mi amor,
Han pasado los años, las edades, no sé. Quizá fue ayer cuando nos despedimos sin despedirnos. Un beso que no se sabe el último, porque nace con vocación de ser sólo el anterior del siguiente… El día que se acaba con la seguridad de que habrá otro amanecer…
Te esperé. Primero porque era eso lo que me pedías en tu carta, y luego porque también era lo único que podía mantenerme con vida. Te busqué. Y cuando ya no tenía esperanza te seguí buscando dentro de mí, en ese tiempo que hicimos juntos, que sacamos entre los dos fuera del Tiempo, como un caldero de agua que izásemos a cuatro manos del pozo de la Luna…


(Iowa)

            En el futuro nuestro amor será recordado. Cuando nosotros no podamos recordar, cuando ya no seamos, generaciones y generaciones de enamorados se mirarán en nosotros. Lo sé. Lo sabes. Sabes que lo escribirás para ellos, así que tienes una misión. Quizá te engañes durante años creyendo que tienes que escribir otras cosas, que serán dulces y maravillosas. Pero al fin sabrás que tu tema éramos nosotros, y volverás al principio. Volverás a la Luna, y ya no estará la Luna en la plaza de la Cruz Verde, sino un agujero profundo como la herida de nuestro corazón. Y llorarás. Y tus lágrimas crearán un río… bueno, dos ríos, mejor, que se juntarán enseguida, como dándose la mano como nosotros el primer día que abandonamos juntos nuestro café…

Eduardo Fraile

sábado, 14 de diciembre de 2019

Cuadernos de Iowa/XII


Nevers, Nemours, Denver
Al final tendremos que seguir a Denver, Colorado, a reunirnos allí con la Beat Generation, como Kerouac cuando no se permite parar en Des Moines porque tiene una cita en Denver con ‵los otros‵. Y sí, en Des Moines están las chicas más guapas del mundo, pero su deber, su misión, le lleva por otros caminos, le arranca del placer, por decirlo de alguna manera.
He pensado mucho estos días americanos en que quizá te he desviado de tu ruta. Que te he arrastrado (o que nos hemos dejado arrastrar por un viento de pasión maravilloso pero también cegador), que te he dado la mano y de repente estamos volando por el cielo de un cuadro de Chagall, sobre las torres incendiadas del atardecer… Es cierto, te he sacado de ti (me he sacado de mí) y no sé si a lo mejor te he desviado yo también de eso (sea eso lo que fuere) que tú tienes que hacer. A lo mejor tú tampoco sabes aún —aunque lo intuyes y lo persigues—  qué es eso a lo que estás obligado. Ni si yo entro ahí o no, si soy o no una influencia favorable o más bien una distracción (o una tentación).
No quiero darme argumentos —o dártelos a ti— para que dudemos ahora del nosotros que somos. Pero no dejo de sentirme a veces como secuestradora. Cuanto más te quiero más me pongo a dudar si mi amor no será interesado, y si supiera que supongo una desviación o un obstáculo en tu Obra, y perdón por la mayúscula, ¿te dejaría?, ¿tendría la fuerza sobrehumana que tuvo Jack al cruzar Des Moines sin detenerse… para liberarte de mí?

Eduardo Fraile

sábado, 7 de diciembre de 2019

Causas de la súbita desaparición de Pedro G. Cornejo


            Nunca he sabido el porqué de la desaparición de Pedro. Por qué dejó la ciudad súbitamente, el trabajo de distribuidor de Libros de Enlace y su propia editorial Balneario Escrito. Sé que vendió la casa de Villabáñez… Hubiera podido indagar entre sus más directos conocidos, libreros, amistades comunes, pero algo, no sé, un cierto pudor de ver en él una imagen anticipada de mí mismo en el futuro, quizá, me mantuvo a distancia. Porque bien se echaba de ver que en esa huida había algo íntimo y personal. No era una cuestión de negocios. Y enseguida se me aparecía la figura de su mujer, la presencia femenina misteriosa que habíamos descubierto en las páginas de su primer libro y que nunca llegamos a conocer en persona. Utilizo dolorosamente el plural, bien lo sabe el lector de estas páginas. Nunca la vimos, pero le atribuíamos, le sumábamos el prestigio de lo incógnito a esa belleza oculta tras los muros de piedra de la casa de Villabáñez. Porque tenía que ser guapa, maravillosa, una perla secreta. Su libro de poemas de 1969, En un vértice agudo y penetrante, está dedicado a ella, seguro. Y seguro que ella fue la causa de aquella súbita esquina que tomó (que torció) Pedro para dejarnos a todos cayendo en el hueco de la O. Un brocal de pozo, la sorpresa de unos labios, o la incredulidad.
            Ni siquiera muchos años después, ya en el siglo XXI, cuando me invitó a Zaragoza para una lectura de poemas. Porque estaba igual. A él no se le notaban esos 20 o 25 años que nos habían pasado a todos por encima. Y su gran cordialidad. Como si nos hubiésemos visto la noche anterior en La Luna de Tony, o en El Largo Adiós tomando un gimlet. Pero con ese exquisito cuidado de no pisar minas que podían estallarnos en la cara a los dos. O quizá él diese por sentado que yo sabía lo que seguramente supieron los que eran sus más próximos. O quizá, intuí también, él tampoco supiese qué había sido de mí, de nosotros, y su sentido de la elegancia y la prudencia le mantuviese en ese terreno cómodo del cariño y la aparente superficialidad.
Gracias, amigo.

Eduardo Fraile

sábado, 30 de noviembre de 2019

La carta


                                                      (Borradores en el cuaderno de Iowa)

Mamá,
te acuerdas cuando me decías que cuando llegara el amor lo reconocería enseguida, que sería como un vendaval y tendría que agarrarme a los árboles, y aun así echaría a volar… (varias líneas tachadas).
Ahora ese viento tiene que llevarme lejos con él, porque aquí corremos peligro (tachado hasta el final).
Te quiero muchísimo, ahora más todavía,
            I.

                                                                       ***

No quiero que te preocupes por mí. De momento nos han ayudado a esquivar el peligro que podíamos correr. Pronto nos iremos de viaje. Ya te contaré más… (en el margen izquierdo).

                                                                      ***
Mamá,
¿Sabes? He conocido a un chico muy especial. No había sentido nunca nada parecido. Es él, ése que esperaba en mis sueños desde niña. Le quiero y tengo que protegernos a los dos. Ya sabes los problemas que esto puede causar… Si hablas con mis hermanos, diles que estoy bien y que desvíen todo lo que puedan la atención de su ex socio sobre mí. Voy a ir a Estados Unidos a un par de desfiles de moda, a ver si las cosas se calman. Si todo va bien estaremos por allí todo el verano. Te escribiré de vez en cuando, pero no te pondré ninguna dirección por seguridad. Además, iremos yendo de acá para allá, así que no nos instalaremos en ningún sitio fijo. Muchos besos de tu hija que te quiere,
            I.

                                                             Eduardo Fraile

sábado, 23 de noviembre de 2019

La tapadera



            Una ola de calidez me invade, como si el sol entre los cristales del mirador se concentrase en mi espalda, en mi nuca, y casi tuviera que cambiarme de sitio. Vuelves en esta caricia del sol con dientes del invierno que viene y que se va. Vuelves como sin querer queriendo, como si estuvieras ya aquí y sólo hubiese hecho falta mi recuerdo…

—Qué blanquito está mi amor. Vamos a tener que irnos a que nos dé un poco el aire. Dile a Tony que a lo mejor nos vendría bien pasar unos días en Asturias, la casa ésa que te ofreció en la montaña.
—Sí, él quería que nos fuésemos allí desde el principio, fue Pedro el que dijo que mejor no movernos todavía, y que ocupáramos este hermoso almacén lleno de libros…
—¡Pero nos van a salir sombreros, como a los champiñones!
—Se lo diré. Es verdad. Ya no hacemos nada aquí. Podemos seguir nuestra luna de miel en la verde caricia de la montaña. ¿Habrá rebecos, corzos, cabras montesas, jabalíes?
—Ángeles llenos de luz para que los cacemos y les invitemos a jugar con nosotros…
—Yo no he estado nunca en Asturias, patria querida.
—Ni yo. Oye, pero desde allí echamos a volar, así que vamos a prepararlo todo. Pasaportes incluidos.
—Ligeros de equipaje, como Machado, ¿no?
—Mucho, mucho, no tenemos que llevarnos, pero vamos a pensar. En Francia puedo usar mi cuenta guay. ¿La cabaña de Tony está en un pueblo o aislada en la montaña?
—Pues no lo sé muy bien…
—Oye, no sabemos cuánto tiempo durará nuestro viaje. Habla con tu familia. Yo le he escrito una carta a mi madre, pero en mi casa ya están acostumbrados a mis escapadas internacionales.
—Vale, descuida.
—La tapadera es mi campaña de modelo en Estado Unidos, que a lo mejor hasta termino desfilando de verdad de costa a costa…

Eduardo Fraile

sábado, 16 de noviembre de 2019

La cama voladora


(Iowa/Nevers)

—Estamos delgadísimos. A ver si nos cogemos una anemia o algo. La verdad es que con las provisiones que nos deja Pedro en la nevera tenemos de sobra, pero a mí a veces ya no me sostienen las piernas. En este estado me tienes.
—En este estado de ingravidez. A veces, en los orgasmos, noto que nos elevamos del colchón. Juraría que un palmo más o menos. Te rodeo completamente con mis brazos, y así y todo, con mi peso sobre ti, no tocamos la sábana…
—Puede ser. Yo no me doy cuenta. Hay unos instantes en que pierdo la conciencia de mí. No sé si es un segundo o dos, o quizá más…
—Los franchutes llaman al orgasmo ‘la petite morte’. Por algo será.
—Pero tú resucítame. Tráeme de vuelta siempre. No me sueltes hasta que volvamos a caer sobre el colchón.
—Y hay un momento en el que rebotamos. ¿No lo has notado tampoco?
—No, qué va. Pero eso confirma la levitación. ¡Qué guay!
—Vamos a tener que estudiar este fenómeno. No creo que se debe a esta cama, que bastante tute le damos, pobrecilla.
—Me encanta. Si fuera posible llevárnosla…
—Bueno, más que llevárnosla lo que podemos hacer es viajar sobre ella, como las alfombras voladoras…
—¡Eso! ¡Qué idea!

Eduardo Fraile

sábado, 9 de noviembre de 2019

Cuadernos de Iowa/XI


        Nevers, te llamaré Nevers, tú que eres el hacedor de versos, tú que me has hecho verso a mí, palabra a mí. Tú que has dicho mi nombre como nunca nadie lo había dicho antes. Creo que he nacido por segunda vez cuando tú me miraste, cuando tú me elegiste.
          Creo que nací el día en que metiste tu mano dentro de mi corazón.
          Creo que nací el día en que dijiste mi nombre. El día que inventaste un nombre nuevo para mí…

***
           Cuando entras en mí…
          Cuando entras en mí la luz pega un frenazo y el tiempo se detiene. O quizá el pasado y el futuro chocan sin ruido, produciendo un acorde total en mi interior. Es una música de órbitas que encajan, de planetas y estrellas que se reconocen y se sonríen sin fin…

***
            Denver,
           Tú sabes, conoces mi alma como conoces mi cuerpo. ¿Qué ha de ser, qué será de nosotros? Por eso tiemblas, por eso temblamos en el placer, en la proximidad, como si una corriente eléctrica nos sacudiese. Tómame, llévame tú. Cálmame con tus caricias. Hazme puro presente. Sácame fuera del tiempo. No quisiera un futuro donde no podamos tenernos uno al otro…

Eduardo Fraile

sábado, 2 de noviembre de 2019

Tantas veces Pedro


(Pedro Gómez Cornejo conduciendo de noche. Carretera de Villabáñez. Voz en off)

            Maldita sea, maldita sea, qué hago yo haciendo esto… haciendo que hago lo que no quiero hacer. Dios santo. Es ésa que has soñado siempre, que has esperado siempre. Que creías que existía en algún lugar fuera de tu imaginación y que acaso encontrarías o posiblemente no, pero sólo el hecho de haberla modelado en el puro deseo la hacía ya posible, porque entre todas las cosas posibles también estaba ésta… ¿Cuántas vidas llevabas esperándola? ¿Quiénes de todos los que has sido… quiénes qué?
Quiénes de todos los que has sido, todos ellos ahora descubriéndose unánimes en la revelación. Dónde estabas, dónde no pude encontrarte, dónde no puedo hallarte ahora que sé que existes por fin fuera de mí. ¿Te ha creado mi fe? ¿Alguna vez creí que llegarías?
Qué sumamente hermosa es y qué gloriosa y gozosa y dolorosamente bella.

Eduardo Fraile

sábado, 26 de octubre de 2019

El mensaje


(Iowa & Nevers/ Balneario)

—Dejaré en alguno de los libros de Pedro un mensaje de gratitud.
—Y yo de gatitud.
—Tú no. Lo voy a escribir yo para él. No sólo por cobijarnos, sino por su delicadeza para conmigo.
—¿…?
—No quiere que se le note que le gusto. Por ti. Por mí. Por eso viene tan poco, por eso es tan elegante ignorándome.
—Ya no quedan caballeros como él.
—Él no es un caballero. Es un ángel. Como Tony. También él es un ángel. Pero Pedro ve en mí cosas que no se puede permitir que se le note haberlas visto. Por delicadeza.
—Estamos rodeados de amor y de cortesanía. Qué les das, qué les das…
—Quizá no lo verá nunca. Quizá dentro de muchos años, cuando no me recuerde ya.
—Eso va a ser difícil. Lo de no recordarte. Ni siquiera sabe tu nombre y no te olvidará.
—¿Te das cuenta de que nos estamos despidiendo de este lugar?
—Me doy, me doy.
—Quiero llevarlo siempre conmigo. El patio, las columnas, nuestro escondite de los libros. Los libros son las alas de los ángeles.
Los libros son las alas de los ángeles. Qué metáfora, tú.
—Tú eres mi ángel con alas de libro. El libro donde están escritas estas palabras.
—Soy tu ángel. Eres mi libro.
—Somos sólo palabras.
—Las palabras son soledad.
—Entonces seamos silencio.
—I…
—N…

Eduardo Fraile

sábado, 19 de octubre de 2019

Cuadernos de Iowa/X


            Nevers, Nevers, Nevers… Me vuelves del revés, me das la vuelta como a una media, ya no sé de qué lado tengo las costuras. O si las tengo. O si ya estoy toda dada de sí, toda dada de mí. A veces creo que me voy a romper, y grito y luego ya regreso, tampoco sé si entera o en trozos, en cachitos de cristales de vidriera de catedral. Añicos de pétalos del rosetón de un templo. Tras la explosión que provocas en mi interior todo salta por los aires y la onda expansiva te separa de mí, aunque permanezcamos abrazados. Por eso no quiero que me sueltes. No sabría volver. Como un globo que se pierde en el aire, y sube y sube y…

***
            No sé si los ángeles existen, o si son la metáfora de algo que somos o está en nuestro interior y que nosotros sacamos al exterior y lo hacemos ajeno. Veo lo angelical de ti, aunque angelical no te pega. Mejor angelitud. Veo tu angelitud, como veo tu gatitud. Y veo también las alas que hay en cada cosa. Esa pulsión hacia lo sobrenatural. Y tú me llamas ángel a mí porque ves en mí lo que ya tienes en ti. De cualquier modo somos hermanos gemelos. Eres mi yo masculino como yo soy tu yo femenino. No me entiendo ahora sin ti. No sabría ser yo sola otra vez. Bueno, no querría. Después de haber conocido esto, no.

***
            Me pongo a hacer variaciones con tu nombre cuando no estás, cuando pienso en ti deseándote porque quiero que llegues ya, Nevers, Versen, Resven, Senver, qué sé yo, del derecho y del revés, cambiando letras, sílabas, basándote en las uves, mordisqueándote y ronroneando en las erres… Y de repente Denver, esa D de dedo, de divinidad, de deber, de dar, de devolverte todo el placer, de media luna creciente, como nos enseñaban en el colegio de las monjas: cuando la Luna tiene forma de C es luna menguante, y cuando hace una D, por el contrario, es creciente…

Eduardo Fraile

sábado, 12 de octubre de 2019

La guerra de Troya no tendrá lugar


(Nines & Tony. Conversación telefónica. Pantalla dividida en dos) 

NINES: Jefe, ha estado esta tarde un tío preguntando por ti. Le he dicho que te habías ido de vacaciones, pero creo que no se lo ha tragado. Es ése de las Delicias que andaba buscando a la novia del poeta.
TONY: Vale, gracias. Joder, el pavo éste otra vez. Si vuelve y te da la vara, tú no sabes nada de esta historia. Ana y yo nos vamos a Grecia. Josechu se va a encargar de cerrar por las noches y hacer la caja.
NINES: Sí, yo prefiero no quedarme hasta tarde.
TONY: De acuerdo, y si hay algún problema llamad a la poli, pero esperemos que no sea necesario.
NINES: Vosotros iros.
TONY: Llamaré todos los días aquí. Voy a hablar con Jose para que esté al loro y si hace falta traiga seguridad. Venga, lo mejor es actuar normalmente.
NINES: Ya sé que es mejor que no sepa nada, pero ¿el poeta y la chica están bien?
TONY: Sí, ya están fuera de España. Tardarán en volver.
NINES: Gracias, jefe. Que lo paséis bien en las ínsulas homéricas.
TONY: Chao. La guerra de Troya n’aura pas lieu.

Eduardo Fraile

sábado, 5 de octubre de 2019

El diccionario


—Oye ¿tú tienes clítoris?
—Anda ya, que no, que me lo ha comido un gatito.
—Mira, aquí dice que la Academia no tiene clítoris.
—Vaya libraco, qué es.
—Un diccionario de 1850. He estado buscando en las estanterías privadas de Pedro, y diccionario etimológico no he visto, pero he encontrado esta joya.
—O sea que buscabas lunar y has encontrado clítoris.
—Más o menos. Y es genial. Tiene unas definiciones…
—Y qué es eso de la Academia, ¿la de la Lengua?
—Ay, ven, que te voy a hacer yo cositas con la lengua.
—Lengua de gato, pata de pato, rata de rato…
—Pues este diccionario que huele tan bien… Esnifa, esnifa…
—¡Esnif!
—A que huele guay.
—Sí, como a hierbas del campo. Qué papel, parece papel de billetes de 1000.
—… es el Diccionario clásico de la Lengua española, por Don Ramón Joaquín Domínguez.
—A ver, a ver… Me gusta esto: Sitio o asiento principal del deleite venéreo. ¡Toma ya!
—Y lee al final.
La Academia no tiene clítoris. ¡Maravilloso! La Academia no va a poder tener orgasmos hasta que te elijan a ti como miembro viril.
—Lo que quiere decir el glorioso señor Domínguez es que por entonces el diccionario de la Real Academia no recogía todavía esa voz.
—¡Bravo! Sólo por esa definición merece pasar a la posteridad. Así que cuando escribas nuestro libro, no te olvides de sacarle. Qué tío más cachondo, el tal Domínguez.
—Pues espera a leer `esperanza ՛. Te vas a caer redonda. Creo que hemos encontrado un juguete total.
—¿Un juguete sexual?
—¡El juguete definitivo!

Eduardo Fraile

sábado, 28 de septiembre de 2019

El lunar


—Tienes un lunar aquí, debajo de esta tetilla. ¿Sabes que los franceses los llaman ‵grain de beauté′?
—Pues los ingleses, igual: ‵point of beauty′.
—¿Nuestra palabra vendrá de la Luna?
—No se me había ocurrido pensarlo, pero es bien bonito.
—Lo podemos mirar en el Corominas, pero creo que Pedro no tiene aquí diccionarios.
—Mejor no. Este lunar mío sí es de la Luna. Me gusta.
—Toda tú eres de la Luna.
—De nuestra Luna y de la otra.
—De todas las lunas del Universo, tuviste que venir a parar a ésta.
—¡Hala! ¡Bogart! ¡Qué pasada! Casablanca no nos pilla de paso en este viaje.
—¡Siempre nos quedará París!

Eduardo Fraile

sábado, 21 de septiembre de 2019

Ana & Tony


(Tomándose una copa en el velador del Poeta. Café La Luna. 11 de la noche)

ANA: ¿Y se van a ir a USA, esos dos? ¿Pero tienen dinero?
TONY: Me da que ella sí. Ha trabajado de modelo internacional.
ANA: Me lo creo. Qué bellezón. Hasta yo estoy impresionada.
TONY: Y ligaron aquí, en esta misma mesa.
ANA: Qué puntazo. Brindemos por ellos. El poeta y… ¿la musa?, ¿la poesía?
TONY: Desde luego, al poeta le ha caído el premio Nobel de… ¿de qué?
ANA: ¿Será bueno para él?
TONY: Será la hostia y el copón bendito. Pero se acabará. Ojalá no, pero se acabará.
ANA: El cielo y el infierno.
TONY: Oye, ¿te apetecería que nos fuésemos tú y yo también, unas vacaciones?
ANA: ¿Con ellos?
TONY: No, con ellos no. Pero el negocio va bien. Podíamos hacernos un tour o algo.
ANA: ¿Por la ruta 66?
TONY: Por ejemplo… o por Europa. ¿Grecia te parece?
ANA: ¡Me parece! USA me estaba dando un poco de torridez, ahora en verano.
TONY: Tienes razón. Islas griegas, Organízalo tú.
ANA: Vale, yo me encargo. ¿Y están todavía en Balneario?
TONY: No, les hemos facturado a la montaña, para que se desentumezcan, y en lo que les dé un poco el aire…
ANA: Ella va a querer irse ya.
TONY: Se irán por Francia, hasta París, y luego volarán a Nueva York.
ANA: ¡Vaya aventura!
TONY: ¿Nos pasamos por el Cafetín?
ANA: Casi vamos a casa, pensar en esos dos me ha puesto…
TONY: ¡Pues sin perder un minuto!

Eduardo Fraile

sábado, 14 de septiembre de 2019

Polvo de estrellas



—Me gustan mucho tus pelos: en las piernas, en el pecho. Y luego la delicadeza de tu cuerpo: pareces un Cristo yacente. Ya te lo veía en los pies, pero todo tu cuerpo es ascético, delgado pero firme, masculino y femenino. Y los pelos te quedan genial. Me encantas.
—Tú tampoco estás mal. A mí también me encantan tus pelos.
—¡Oye!
—Estás recubierta de un finísimo vello dorado que hace que parezcas de oro. Nunca había visto nada igual.
—Mejor. Te prefiero virgen.
—Sí, se puede decir que hasta que te he conocido…
—Dices conocido en lenguaje bíblico.
—Sí, bíblico y glíglico y metafórico y jitanjafórico.
—Vaya, que tu primer polvo estelar ha sido conmigo.
—Estelar, interestelar, galáctico… ¡Un cometa!
—¡La Vía Láctea!
—Uf. Hay algo en el Universo, no sé, las galaxias, las nebulosas parecen torbellinos de semen…
—Pues eso. ¡Polvo de estrellas!

Eduardo Fraile

sábado, 7 de septiembre de 2019

El axioma


—Estamos llegando a un estado de compenetración cercano al de los hermanos gemelos. Ya nos leemos el pensamiento. Tenemos telepatía. El uno acaba las frases del otro. Nos estamos fundiendo en uno. ¿Qué va a salir de aquí?
—La idea es que si la suma de nuestros yoes da una cantidad superior a la de las partes por separado, entonces guay. En cambio, si la suma es menor, pues la pareja se convierte en un lastre para las individualidades.
—Pues guay. Tú me elevas, me sumas, me multiplicas…
—Y contigo sigo siendo yo, pero mucho mejor, gracias a ti.
—O sea, que te potencio.
—Me potencias a la n. Toca, toca.
—No, si la evidencia no necesita demostración.
—¿Ah, no?
—Como un axioma.
—¿Y si hacemos el axioma?
—Suena a jadeo total, casi hasta la asfixia…
—Suena a japonés, a El imperio de los sentidos.
—Bueno, hagamos el axioma, pero sin ahogamiento. Ya me tienes toda marcada por el cuello. Axiómame con contención.
—¡Guay! Vas a ver…
—¡Sí! ¡Las estrellas!

Eduardo Fraile

sábado, 31 de agosto de 2019

La Guerra de Secesión


—Yo soy los Estados de la Unión y tú los Confederados.
—Tú el Norte y yo el Sur.
—Yo los Federales, tú los rebeldes.
—Tú los abolicionistas y yo los esclavistas.
—Yo soy tu esclava blanca, mi Señor.
—Tú eres mi Amor (o sea mi Amo, el único Señor a quien obedece el enamorado)
—Pues eso decía yo, tonto.
—Tú ganas la guerra. Yo gano la leyenda.
—Moriremos los dos en esta guerra. Ganaremos los dos.
—Moriremos de amor. Renaceremos mejores.
—Mejores no se puede. Yo te quiero así de mejor.
—¡Iowa!
—¡Denver!
—¡Colorado!
—¡Mississippi!
—¡Luchemos cuerpo a cuerpo!
—¡A bayoneta!
—¡Ríndete!
—¡Eso jamás! ¡Clávamela si puedes!

***
—O sea que tú eres Denver, pero yo soy el río Colorado.
—El más profundo y misterioso, el que ha dejado la huella más inolvidable.
—Y tú el Mississippi de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
—Me gusta ese río lleno de barcos de vapor, con ruedas de palas. Me recuerdan a la noria del abuelo Bernardino.
—Es como el Guadalquivir, pero a lo bestia.
—En ríos de Europa, tú eres el Sena. La Seine, que en Francia todos los ríos son chicas.
—Querido, tú eres todos los ríos del Mundo, excepto ese río de los griegos que era el río del olvido…
—El Leteo.
—Eso. Ese no. Tú no te olvides de mí.
—Jamás. Pero recuérdamelo todos los días.

***
—Hay dos estados nuevos que podemos añadir a la Unión.
—¿…?
—Los has creado tú.
—¡No me digas! Digo, sí, dime.
—El State Quieto y el State Conmigo.
—Huy qué mono él. Me lo como, me lo como.

Eduardo Fraile

sábado, 24 de agosto de 2019

El tesoro


—¿Qué sería un tesoro para ti?
—Tú.
—Ya. Pero eso no vale. Que no sea yo.
—Una primera edición del Quijote, un suponer. O la edición de Ibarra de 1780…
—¡Un libro! No dinero, ni oro, ni…
—Bueno, también me conformaría con un Velázquez, o un Gainsborough, o más modernamente un Monet.
—¡Cuadros! O sea, libros y cuadros son tu idea de un tesoro. ¡Cómo mola!
—¿Has dicho cómo mola?
—Tendrás mucho de eso. No te preocupes. Los libros y los cuadros y los objetos de arte y las antigüedades y esas cosas, vendrán solas a ti. Tienes imán para eso.
—¿Y para ti?
—Ya ves. Para mí los tesoros no lo tengo tan claro. Las joyas no me van. Me sientan bien, pero no me muero por ellas, tipo Liz Taylor. Igual soy más de lugares, una mansión antigua, una isla, un planeta…
—Un palacio renacentista. Te pega. Con jirafas y pavos reales paseando por los salones.
—Y en ese palazzo una gran biblioteca para ti, como ésas donde hay planetarios y esferas armilares.
—Qué culta eres: esferas armilares
—He visto la del Vaticano, y la de El Escorial.
—Perfecto. Mis tesoros caben en tu palacio. Con esas paredes puedo soñar con cuadros de gran formato.
—Reserva una estancia para reproducir el fresco de la Anunciación de San Marco. Una celda para ti y para mí. Como el Sancta Santorum
—Eres increíble. Hasta pronuncias el latín como una puccella florentina…
—Una celda desnuda con una cama como la que tenemos aquí.
—Podemos poner la golondrina del Prado en nuestro fresco.
—¡Sí, por favor, la golondrina la quiero!
—¿Ves?
—¡Es verdad! ¡La golondrina es la clave de todo!

Eduardo Fraile

sábado, 17 de agosto de 2019

Las tres parejas


—Ana es muy guapa, me gusta. Le pega a Tony, él rubio y ella morena. Tiene misterio. No hemos hablado, pero he notado que le caigo bien. ¿Pedro está casado?
—No sé. Él dice ‵mi compañera′. ¿Será la chica del libro que hemos leído? Viven en Villabáñez, una casa muy bonita de piedra, pero a ella no la he visto nunca con él.
—Me encantaría invitarles a cenar, pero ya sé que a lo mejor más adelante. Seguro que Pedro no le ha dicho nada a ella, de que tiene a alguien escondido aquí.
—La clandestinidad, chica.
—Me dan ganas de abrazarles. Les deseo lo mejor de lo mejor.
—Bueno, eso lo eres tú. Y ya estás pillada.
—¡Es verdad! ¡Se me había olvidado!
—Que te doy.
—Vamos escalonados: Tú y yo en los 20, Tony y Ana en los 30, y Pedro y la mujer misteriosa, en los 40.
—I…
—No.
—No qué.
—Lo que estabas pensando.
—Vale, vale.
—N, tú serás joven siempre. Cuando tengas 90 seguirás siendo un niño. Es lo que tenéis los poetas.
—I, tú siempre serás así de guapa.
—¿Más no?
—Más no se puede. Es imposible de toda imposibilidad. Tu belleza sería imposible de sostener si no fueras maravillosa.
—A ti lo que te gusta es el interior, a que sí.
—¿Te acuerdas cuando te desabrochaste el abrigo, la primera vez…?
—El abriguito rojo de la reina de corazones. ¡No podía fallar!
—¡De infarto! Como la primera vez que te vi en La Luna. Por cierto, me encantaría que nos escapáramos…
—¡Eh!
—Sí, ya sé, vamos a no cagarla ahora…
—Oye, te invito yo a un café ahora mismo, en mi pequeño planeta.
—¡Guay!

Eduardo Fraile