sábado, 27 de abril de 2019

Tu calle


              Amor,
            he vuelto a pasar por esas calles últimas de tu barrio tan desconocidas para mí entre las que estaba tu calle. Un nombre que ni siquiera sé qué significa, excepto que tú viviste allí ─¿naciste allí?─, creciste allí como una niña guapa de la que se enamoraban todos los niños. Hay esa tarde en que un niño llora sentado en un bordillo con la merienda en el suelo. El pan y el chocolate sin tocar que se comen los pájaros. Hay ese momento infantil de desesperación por la belleza. Por toda la belleza del mundo inalcanzable al alcance de la mano. Yo no conocía tu barrio, o por lo menos aquellas calles últimas. La vía era la frontera, y Las Delicias era una extensión imaginaria, como La Rondilla o Los Pajarillos, que me quedaban más cerca, pero la vía era un tajo en el mapa y en el corazón.
            Yo nunca había cruzado el túnel de las Delicias cuando te conocí. Y luego, pues ya casi enseguida desaparecimos. Huimos al otro lado del mar. No hubo ocasión de establecer esas costumbres de ir a buscarse, o a acompañarse, o a hacerse el encontradizo en una calle más que remota, suburbial se diría. Pero que tendrá siempre el prestigio de haber sido tu calle. Geografías del corazón. Y el azar me ha hecho hoy esa jugarreta, pillándome desprevenido y quizá creyéndome a salvo en esa franja ondulante, si no del olvido, sí de la memoria selectiva, o benevolente, embellecida por la distancia y el dolor.
           Aquí morimos, aquí vivimos, aquí fuimos otro del que somos, o del que hemos llegado a ser. Y he pasado deprisa, buscando taxis que no llegan por allí, o al menos una parada de autobús en el que refugiarme. Qué espanto. Qué decrepitud. Calles deterioradas, negocios cerrados. Suciedad. ¿La ciudad está dejando morir estas ramas extremas? Y era como si viese lo que ha pasado dentro de mí. Como si fuese yo el causante de todo esto, por incomparecencia, por no haber querido volver. Por haber sepultado en los suburbios del alma mi más bella historia de amor. Así que he cerrado los ojos, rogando al cielo ser atropellado por coches que no hay, dejando que las lágrimas busquen los toboganes donde no juegan los niños y se deslicen y caigan con estrépito sobre el suelo. Sobre el duro y hosco y desabrido pavimento de la desolación.

Eduardo Fraile

sábado, 20 de abril de 2019

¿Cómo seremos en el año 2000?


—¿Cómo seremos en el año 2000?
—No sé. Seguro que iremos en coches voladores. O a lo mejor ha estallado todo o nos hemos cargado el planeta y nos hemos ido a vivir a la Luna…
—Me parece que en la Luna hace mucho frío. Desde aquí no está mal, pero vivir allí, recordando este mundo verde y azul lleno de animales y de vegetación…
—¿Y tú y yo? ¿Cómo seremos?
—Tú tendrás 39, y serás un tío guapo y ya no me querrás a mí, que te llevo 3.
—Tú me llevas, tú me llevas… Fly Me To The Moon, llévame a la Luna, pero solos tú y   yo, con billete de regreso. A la Luna cálida y blandita de tu corazón.
—Poeta, poeta, que te me desvías de la trayectoria.
—Tú me llevas 3 años luz, pero si me das la mano brillaremos a la vez.
—Déjalo, que no sabemos lo que traerá el día de mañana, cuánto más el siglo XXI. Ojalá seamos una sociedad mejor, más culta y más inteligente….
—A lo mejor, si eso sucede, tengo miles y miles de lectores y mis libros crecerán y se multiplicarán…
—Y llenarán la Tierra…
—Y la Luna, a ver, si tendremos que conquistar la Luna sólo para que mis libros repartan un poco su peso (su vuelo) por el Cosmos.
—Oye, tus libros como naves espaciales, qué metáfora.
—Tú sí que eres metáfora y eres jitanjáfora.
—Yo soy… ¿Qué soy? ¿Soy musa? ¿Soy suma? ¿Soy tú?
—Tú eres yo y yo soy tú, ¿quién es más tuyo de los dos?

Eduardo Fraile

sábado, 13 de abril de 2019

Cuadernos de Iowa/VIII


          Mi señor. Quiero que me comas toda. No dejes ni un trocito para regenerarme. Ni un dedo meñique del pie. Cómeme toda. Acábame completamente. Quiero vivir en ti, ser parte de ti para siempre… Estas cosas pienso cuando me tomas, cuando me vuelves del revés, cuando me llevas a sitios donde no existe la gravedad, ni la mecánica cuántica, ni el cálculo infinitesimal… y todos los átomos de mi cuerpo se desintegran y comienzan a jugar con la luz, y me transporto al pasado y al futuro, a los planetas que vagan por el universo, a las estrellas…

***

         Desde que estamos juntos ya no me parece fea la ciudad. Hasta las calles llenas de carteles y de suciedad tienen su encanto. Todo brilla. Todo parece de oro, y es porque lo ilumina el sol de nuestro amor. Es una luz que viene desde dentro de las cosas. Es como si nosotros las resucitáramos, las despertáramos de su sueño, bellas durmientes que llevaban una eternidad olvidadas de sí. Desde que estamos juntos todo canta en armonía con nuestra voz. Nada disuena, todo marcha al compás de nuestros corazones. Desde que estamos juntos todo encaja. No sólo tú dentro de mí, o yo dentro de ti: todo tiene sentido de repente y por eso sé que estoy enamorada por primera vez.

***
           Mi amor:
         Te pierdo en el sueño. Y te busco en él sin encontrarte. El sueño es una gran ciudad, y sé que estás allí, pero las probabilidades de encontrarte son minúsculas. ¿Qué he de hacer? Vagar incansable por las calles sin ti o quedarme quieta en un sitio, una plaza, un café, las escalinatas de una iglesia, o ir a los sitios que sé que frecuentarías, las librerías, las exposiciones de arte, las tiendas de antigüedades… ¿Dónde estás? ¿Qué haces tú a tu vez para buscarme? ¿Por qué no nos hemos dado una clave o una contraseña, por qué no hemos previsto la salida del laberinto? Por ejemplo, quedar a las 12 del mediodía en una catedral, o en el Ayuntamiento, o en el museo más famoso, tipo El Prado, o El Louvre o la National Gallery, o el Metropolitan… ¿Dónde me buscarías tú a mí?

***
        Mi hermoso rey. Pareces persa o asirio, con tu barba de oro llena de caracolillos. Me gusta enredarte con mis dedos esas hebras de azafrán, esos matorrales de la ribera de un río lleno de peces de colores. Cuando te beso es como si me tumbara desnuda sobre la hierba. Cada brizna me acaricia, me cosquillea y me hace sonreír. ¿Ves? Ya me tienes abierta para que tu lengua diga palabras en mi boca.

Eduardo Fraile

sábado, 6 de abril de 2019

En un vértice/II


IOWA: Los hula-hoops de las niñas que están jugando en el recreo son redondos
NEVERS: Las aréolas de tus pezones son redondas.
IOWA: La luna llena que Li-Po confunde con un tazón de sake es redonda.
NEVERS: Tocado. ¡Qué bueno! Los engranajes de los relojes de cuerda son redondos.
IOWA: Y la esfera del reloj y el tiempo mismo son redondos.
NEVERS: Y las torres redondas del castillo donde estás presa son redondas.
IOWA: ¡Hombre, las torres redondas no van a ser cuadradas! Los rosetones de las catedrales son redondos.
NEVERS: Y los ojos de buey de los navíos son redondos.
IOWA: El punto rojo de la bandera de Japón es redondo.
NEVERS: Y este lunar que tienes debajo de la tetilla izquierda es redondo.
IOWA: Mi clítoris es redondo. Y el placer…
NEVERS: El placer qué.
IOWA: Bueno, el placer es más bien en espiral envolvente.
NEVERS: Los discos de jazz de Pedro son redondos.
IOWA: Y las ruedas de las bicicletas son redondas.
NEVERS: Y todas las ruedas en general son redondas, que por eso son ruedas.
IOWA: La mesa de los caballeros del Rey Arturo era redonda.
NEVERS: Y la piedra de Sísifo.
IOWA: Y las marcas que dejan los platillos volantes…
NEVERS: Y las nubes…
IOWA: Y el Sol…
NEVERS: Y los planetas errantes…
IOWA: Y las estrellas distantes…
NEVERS: Y sin embargo, tu corazón y el mío…
IOWA & NEVERS: ¡¡Terminan en un vértice agudo y penetrante!!

Eduardo Fraile