sábado, 30 de noviembre de 2019

La carta


                                                      (Borradores en el cuaderno de Iowa)

Mamá,
te acuerdas cuando me decías que cuando llegara el amor lo reconocería enseguida, que sería como un vendaval y tendría que agarrarme a los árboles, y aun así echaría a volar… (varias líneas tachadas).
Ahora ese viento tiene que llevarme lejos con él, porque aquí corremos peligro (tachado hasta el final).
Te quiero muchísimo, ahora más todavía,
            I.

                                                                       ***

No quiero que te preocupes por mí. De momento nos han ayudado a esquivar el peligro que podíamos correr. Pronto nos iremos de viaje. Ya te contaré más… (en el margen izquierdo).

                                                                      ***
Mamá,
¿Sabes? He conocido a un chico muy especial. No había sentido nunca nada parecido. Es él, ése que esperaba en mis sueños desde niña. Le quiero y tengo que protegernos a los dos. Ya sabes los problemas que esto puede causar… Si hablas con mis hermanos, diles que estoy bien y que desvíen todo lo que puedan la atención de su ex socio sobre mí. Voy a ir a Estados Unidos a un par de desfiles de moda, a ver si las cosas se calman. Si todo va bien estaremos por allí todo el verano. Te escribiré de vez en cuando, pero no te pondré ninguna dirección por seguridad. Además, iremos yendo de acá para allá, así que no nos instalaremos en ningún sitio fijo. Muchos besos de tu hija que te quiere,
            I.

                                                             Eduardo Fraile

sábado, 23 de noviembre de 2019

La tapadera



            Una ola de calidez me invade, como si el sol entre los cristales del mirador se concentrase en mi espalda, en mi nuca, y casi tuviera que cambiarme de sitio. Vuelves en esta caricia del sol con dientes del invierno que viene y que se va. Vuelves como sin querer queriendo, como si estuvieras ya aquí y sólo hubiese hecho falta mi recuerdo…

—Qué blanquito está mi amor. Vamos a tener que irnos a que nos dé un poco el aire. Dile a Tony que a lo mejor nos vendría bien pasar unos días en Asturias, la casa ésa que te ofreció en la montaña.
—Sí, él quería que nos fuésemos allí desde el principio, fue Pedro el que dijo que mejor no movernos todavía, y que ocupáramos este hermoso almacén lleno de libros…
—¡Pero nos van a salir sombreros, como a los champiñones!
—Se lo diré. Es verdad. Ya no hacemos nada aquí. Podemos seguir nuestra luna de miel en la verde caricia de la montaña. ¿Habrá rebecos, corzos, cabras montesas, jabalíes?
—Ángeles llenos de luz para que los cacemos y les invitemos a jugar con nosotros…
—Yo no he estado nunca en Asturias, patria querida.
—Ni yo. Oye, pero desde allí echamos a volar, así que vamos a prepararlo todo. Pasaportes incluidos.
—Ligeros de equipaje, como Machado, ¿no?
—Mucho, mucho, no tenemos que llevarnos, pero vamos a pensar. En Francia puedo usar mi cuenta guay. ¿La cabaña de Tony está en un pueblo o aislada en la montaña?
—Pues no lo sé muy bien…
—Oye, no sabemos cuánto tiempo durará nuestro viaje. Habla con tu familia. Yo le he escrito una carta a mi madre, pero en mi casa ya están acostumbrados a mis escapadas internacionales.
—Vale, descuida.
—La tapadera es mi campaña de modelo en Estado Unidos, que a lo mejor hasta termino desfilando de verdad de costa a costa…

Eduardo Fraile

sábado, 16 de noviembre de 2019

La cama voladora


(Iowa/Nevers)

—Estamos delgadísimos. A ver si nos cogemos una anemia o algo. La verdad es que con las provisiones que nos deja Pedro en la nevera tenemos de sobra, pero a mí a veces ya no me sostienen las piernas. En este estado me tienes.
—En este estado de ingravidez. A veces, en los orgasmos, noto que nos elevamos del colchón. Juraría que un palmo más o menos. Te rodeo completamente con mis brazos, y así y todo, con mi peso sobre ti, no tocamos la sábana…
—Puede ser. Yo no me doy cuenta. Hay unos instantes en que pierdo la conciencia de mí. No sé si es un segundo o dos, o quizá más…
—Los franchutes llaman al orgasmo ‘la petite morte’. Por algo será.
—Pero tú resucítame. Tráeme de vuelta siempre. No me sueltes hasta que volvamos a caer sobre el colchón.
—Y hay un momento en el que rebotamos. ¿No lo has notado tampoco?
—No, qué va. Pero eso confirma la levitación. ¡Qué guay!
—Vamos a tener que estudiar este fenómeno. No creo que se debe a esta cama, que bastante tute le damos, pobrecilla.
—Me encanta. Si fuera posible llevárnosla…
—Bueno, más que llevárnosla lo que podemos hacer es viajar sobre ella, como las alfombras voladoras…
—¡Eso! ¡Qué idea!

Eduardo Fraile

sábado, 9 de noviembre de 2019

Cuadernos de Iowa/XI


        Nevers, te llamaré Nevers, tú que eres el hacedor de versos, tú que me has hecho verso a mí, palabra a mí. Tú que has dicho mi nombre como nunca nadie lo había dicho antes. Creo que he nacido por segunda vez cuando tú me miraste, cuando tú me elegiste.
          Creo que nací el día en que metiste tu mano dentro de mi corazón.
          Creo que nací el día en que dijiste mi nombre. El día que inventaste un nombre nuevo para mí…

***
           Cuando entras en mí…
          Cuando entras en mí la luz pega un frenazo y el tiempo se detiene. O quizá el pasado y el futuro chocan sin ruido, produciendo un acorde total en mi interior. Es una música de órbitas que encajan, de planetas y estrellas que se reconocen y se sonríen sin fin…

***
            Denver,
           Tú sabes, conoces mi alma como conoces mi cuerpo. ¿Qué ha de ser, qué será de nosotros? Por eso tiemblas, por eso temblamos en el placer, en la proximidad, como si una corriente eléctrica nos sacudiese. Tómame, llévame tú. Cálmame con tus caricias. Hazme puro presente. Sácame fuera del tiempo. No quisiera un futuro donde no podamos tenernos uno al otro…

Eduardo Fraile

sábado, 2 de noviembre de 2019

Tantas veces Pedro


(Pedro Gómez Cornejo conduciendo de noche. Carretera de Villabáñez. Voz en off)

            Maldita sea, maldita sea, qué hago yo haciendo esto… haciendo que hago lo que no quiero hacer. Dios santo. Es ésa que has soñado siempre, que has esperado siempre. Que creías que existía en algún lugar fuera de tu imaginación y que acaso encontrarías o posiblemente no, pero sólo el hecho de haberla modelado en el puro deseo la hacía ya posible, porque entre todas las cosas posibles también estaba ésta… ¿Cuántas vidas llevabas esperándola? ¿Quiénes de todos los que has sido… quiénes qué?
Quiénes de todos los que has sido, todos ellos ahora descubriéndose unánimes en la revelación. Dónde estabas, dónde no pude encontrarte, dónde no puedo hallarte ahora que sé que existes por fin fuera de mí. ¿Te ha creado mi fe? ¿Alguna vez creí que llegarías?
Qué sumamente hermosa es y qué gloriosa y gozosa y dolorosamente bella.

Eduardo Fraile