sábado, 29 de diciembre de 2018

Cuadernos de Iowa/IV


          Mi amor de manos largas, que me tocan por todas partes. Dedos como lápices, como pinceles. Qué manos tienes. Nunca me habían acariciado así. Me fijé enseguida en esos dedos y pensé: estoy perdida, los quiero dentro de mí. Y con qué elegancia se mueven: ¿son alas o son manos? Me elevas, me alzas, me lanzas al aire, me echas a volar…

***
          Mi amor de barba llena de margaritas. Tu barba ensortijada porque mis dedos se entretienen en hacer caracolillos. Pareces griego, o asirio, o persa. Un gato persa eres, mi amor. Besarte es como ir al bosque, como perderse en aromas de madera y peligro. Podría quedarme a vivir en tu barba de caoba y de oro, de cedro y anís. Sería una ninfa de los bosques de tu voz, amor mío.

***
         Mi hermoso rey, tu majestad es sencilla. Ni siquiera creías que eras guapo, que yo podría enamorarme de ti. Ni un átomo de presunción en ti. Incluso ahora que eres mi señor no haces alarde de tu conquista. No me das por supuesta. Cada instante dudas de que yo sea verdad. Pero lo soy y te adoro.

***
        Mi señor. Tu poder es la caricia de un pétalo de rosa. El aroma que se desprende de ese pétalo. Yo lo respiro y sé que la rosa sonríe. Mi amor, me haces florecer…


Eduardo Fraile

martes, 25 de diciembre de 2018

Sunrise


—¿Estás seguro de que sacramento es la capital de California?
—Que sí, que sí, aunque es mucho más pequeña que Los Ángeles o San Francisco u Auckland, e incluso que San Diego.
—Vale, te la doy por buena. Nevada.
—Carson City.
—¿De verdad? ¿No es Las Vegas?
—Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas.
—O en Reno. Creo que allí se divorcia la gente.
—Se casan en Las Vegas y se divorcian en Reno a la mañana siguiente.
—Texas.
—Beaumont.
—Anda ya. ¿Beaumont? Qué hermoso. Tú eres Beaumont y Beauvais y Baudelaire. Nevers, Beaumont, te pegan los dos, bonito mío.
—A ver tú. New Hampshire.
—¿Aurora?
—Pues no sé, sí que está por ahí, pero creo que la capital es Concord.
—¿Yo soy Aurora?
—No, tú eres Amanecer.
—¿Y por qué soy Amanecer y no soy Aurora?
—Yo me entiendo. También te pega Sunrise, en inglés. Casi dice sonrisa. Cuando te despiertas el universo comienza a sonreír.

Eduardo Fraile

sábado, 22 de diciembre de 2018

El debut


—Te contaré mi primer trabajo de modelo. Mandé unas fotos mías a varias agencias y de la primera que me llamaron, que era *****, me ofrecieron enseguida una campaña de bañadores. Así que dije que no, y no se lo podían creer. Total, que acabaron ofreciéndome el doble, y luego el triple. Fue conmigo mi padre a firmar como representante, porque yo tenía sólo 17. Bueno, bueno, bueno. No te puedes imaginar cómo es ese mundo, y eso que sólo he aceptado poquísimas cosas. En resumen, que todo quisque me quería follar. Se da por hecho. Se mueve mucha pasta. No se diferencia mucho de la prostitución.
—Mi amor como un corderillo entre los lobos.
—No te rías, que esto es bastante serio.
—Ya lo sé, perdona. Es lo que tiene ser guapa, y lo tuyo es de top-ten.
—Cuanto más intento pasar inadvertida con ropa grunge o sin pintarme nada, más os pongo a los pervertidos como tú.
—¿A mí me pones?
—¿Que si te pongo? ¿Y esto qué es, vamos a ver, me lo puedes explicar?
—Sí puedo.
—Pues venga. Que la quiero larga y profunda y sólidamente argumentada esa explicación.

***
            A veces pienso que me vas a romper. Me das de sí, me das de mí, hasta el límite y mucho más allá. A la mañana siguiente compruebo los daños en el espejo de luna (en el espejo de La Luna), y mi temor a verme rota en mil pedazos se desvanece de repente. Me has embellecido, me has añadido una luz que antes no tenía. ¡Y estoy entera y verdadera! (Hoja arrancada del cuaderno de Iowa sujeta con celo en el espejo del baño)

Eduardo Fraile

sábado, 15 de diciembre de 2018

La cita y el viaje


─Quizá, cuando pase mucho tiempo y estemos ya en el siglo XXI…
─¿Qué ves?¿Cómo seremos?
─Bueno, me gustaría recordar este momento de plenitud. No sé. Ojalá estemos juntos y seamos uno, pero si no fuera así podríamos quedar en La Luna, por ejemplo, dentro de 20 años.
─No. Me prohibiste pensar estas cosas que ahora estás pensando tú. Ni hablar.
─Tienes razón.
─Dijiste (bueno, me lo escribiste): ¡Es una orden!
─Eso. ¡Una orden!
─Date la vuelta, que te voy a dar unos azotes en el culo.
─Sí, por favor. Y luego me los curas como tú sabes hacerlo.
─¡Sí! ¿Qué decías de quedar dentro…
─¿Dentro? ¡Sí, dentro, por favor!
─Así que querías quedar…
─¿Qué es quedar, mi señor?
─No sé, ¿esto?
─¡Sí! ¡Quédame! ¡Quédame viva!

***
─Cuando salgamos de aquí vamos a hacer un viaje muy largo juntos. Todas estas semanas de reclusión van a ser como la plataforma de lanzamiento. Luego, a lo mejor no podemos parar hasta… Seguro que si llegamos al sitio que nos esté destinado lo sabremos enseguida. ¿Te imaginas que nos quedamos a vivir en…
─En dónde.
─Qué sé yo. O a lo mejor volvemos a nuestro café de la Cruz Verde. ¿Tú te ves en una gran ciudad, tipo París o Nueva York?
─La verdad es que no, pero contigo todo puede suceder…
─Qué expectación. No sabemos qué va a ser de nuestra vida, excepto que queremos estar juntos, ¿no?
─Eso, qué bien hablas. Serás nuestro portavoz en los países anglófonos. Francia déjamela a mí.
─Total, si en todos los sitios encontraremos un ángel…

Eduardo Fraile

sábado, 8 de diciembre de 2018

Quemar las nubes


─Iowa.
─Nevers.
─¿Qué hacías esos días antes de sentarte junto a mí?
─¿Después de aquella tarde que te pusiste todo colorado?
─Sí, yo vivía sin vivir en mí. Sin comer, sin dormir, escribiéndote cosas sin sentido, esperando las tardes, a ver si volvías a La Luna.
─Pues me entró una especie de furor. ¿Quién era ese chico vestido de negro que sólo con mirarme me había hecho eso?
─Eso qué.
─Esta excitación. Mi cuerpo descontrolado total. No podía parar de masturbarme. Quería estar contigo, pero a la vez me rebelaba contra tu poder, lo que me dejaba completamente extenuada.
─Hasta que un día…
─Ay. El primer día que me senté contigo me encantó tu voz, pero me dije: yo estoy hecha un flan por él y él tan tranquilo. Esta vez no te ruborizaste…
─Llevaba días y días esperándote. Creo que ya no tenía ni fuerzas para sostener el lápiz.
─Me pareciste educado por demás. No te permitirías creer nunca que yo estuviera coladita por ti. Así que decidí actuar.
─Y te cortaste el pelo.
─Sí, fue la señal. Como quemar las naves (o quemar las nubes).

***
─Nevers.
─Iowa.
─Eres dueño de mí. Si quisieras dejarme me dejaría morir. Sería fácil. ¿Cómo podría respirar?
─No digas esas cosas. Eres tú la que me conviertes en aire. La que me haces indispensable.
─Cuando se ama entregamos el poder. Nos rendimos a quien nos ha conquistado.
─Tú me has conquistado a mí. Yo no hubiera sabido ni decirte una palabra.
─Pero esa palabra que no te creías digno de decir es la que te ha elevado hasta mí.
─Eres la más dulce y considerada vencedora para con el vencido. Como que nada sino esto puede ser la victoria.
─Te amo y me amas. ¿Cómo ha podido pasar?
─Eso. ¿Cómo lo has hecho?
─Será cosa de magia. Pero yo no he hecho nada, de verdad.
─Iowa.
─Nevers.
─Eres mi dueña. Si quisieras dejarme me dejaría morir…


Eduardo Fraile

sábado, 1 de diciembre de 2018

Los extraterrestres


(Ana y Tony. Dormitorio de su apartamento. Interior noche)

─ Oye, ¿no os estáis pasando con esa parejita? Ya veo cómo babeáis Pedro y tú con la modelo, que cualquier día me voy a pegar un resbalón.
─ Uy, uy, uy, que me parece a mí que es estás celosa…
─ ¿Celosa yo, celosa yo? Pues sí, qué pasa. Pero bueno, si os la queréis tirar tampoco hay que montarse una película de espías. Además el poeta es vuestro amigo ¿no?
─ El poeta no es nuestro amigo. Le queremos. Se va a pegar un hostión. Le ha tocado la lotería. Le ha tocado tocar el cielo. No sabemos cómo poner todas las colchonetas del mundo cuando caiga desde allí.
─ Ah, o sea que la historia del exnovio traficante os la suda. Ya me parecía a mí. Qué hermoso, sois unos caballeros.
─ No somos unos caballeros. La cosa ha salido así casi sin querer. Cuando puse el Café sabía que conocería todo tipo de gente, pero estos dos no son de este mundo. Son extraterrestres totales. Pedro no para de alucinar con ellos, y eso que sólo aparece por el almacén lo mínimo imprescindible.
─ ¿Tú has estado en su casa de Traspinedo?
─ Que no es Traspinedo, es… Joder, cómo se llama ese pueblo.
─ ¿Renedo?
─ No, pero está por ahí. No, no. Sé que tienen una casa grande, toda de sillares de piedra.
─ Cómo mola. Seguro que con escudo heráldico en la fachada. ¿Y le va a editar un libro al poeta en Balneario?
─ Sí, eso me ha dicho, que es buenísimo. Se titula "Hiéndeme luna góndola". Se lo ha debido escribir de cabo a rabo en el Café.
─ Esa sí que es una historia todavía mejor que la de la chica.
─ Es la misma historia. El completo: el amor, el libro, el copón.
─ ¡A ver si se va a pegar dos hostias en vez de una!
─ Calla, no seas ceniza. A ti lo de ella te tiene fuera de tus casillas…
─ Pues un poco, ya ves. Pero es envidia cochina. Sí que parece extraterrestre, sí.
─ Villabáñez, joder, Villabáñez. Por cierto, el próximo eclipse de luna tenemos que ir allí. Al páramo. Debe ser el mejor sitio para verlo.
─ ¡Guay! Perdóname. Es rivalidad de mujeres. Sé que no tengo nada que temer, incluso creo que seríamos amigas, en otras circunstancias… Pero dónde la han hecho, por Dios, si hasta a mí me dan ganas de volverme lesbiana…

Eduardo Fraile