sábado, 31 de agosto de 2019

La Guerra de Secesión


—Yo soy los Estados de la Unión y tú los Confederados.
—Tú el Norte y yo el Sur.
—Yo los Federales, tú los rebeldes.
—Tú los abolicionistas y yo los esclavistas.
—Yo soy tu esclava blanca, mi Señor.
—Tú eres mi Amor (o sea mi Amo, el único Señor a quien obedece el enamorado)
—Pues eso decía yo, tonto.
—Tú ganas la guerra. Yo gano la leyenda.
—Moriremos los dos en esta guerra. Ganaremos los dos.
—Moriremos de amor. Renaceremos mejores.
—Mejores no se puede. Yo te quiero así de mejor.
—¡Iowa!
—¡Denver!
—¡Colorado!
—¡Mississippi!
—¡Luchemos cuerpo a cuerpo!
—¡A bayoneta!
—¡Ríndete!
—¡Eso jamás! ¡Clávamela si puedes!

***
—O sea que tú eres Denver, pero yo soy el río Colorado.
—El más profundo y misterioso, el que ha dejado la huella más inolvidable.
—Y tú el Mississippi de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
—Me gusta ese río lleno de barcos de vapor, con ruedas de palas. Me recuerdan a la noria del abuelo Bernardino.
—Es como el Guadalquivir, pero a lo bestia.
—En ríos de Europa, tú eres el Sena. La Seine, que en Francia todos los ríos son chicas.
—Querido, tú eres todos los ríos del Mundo, excepto ese río de los griegos que era el río del olvido…
—El Leteo.
—Eso. Ese no. Tú no te olvides de mí.
—Jamás. Pero recuérdamelo todos los días.

***
—Hay dos estados nuevos que podemos añadir a la Unión.
—¿…?
—Los has creado tú.
—¡No me digas! Digo, sí, dime.
—El State Quieto y el State Conmigo.
—Huy qué mono él. Me lo como, me lo como.

Eduardo Fraile

sábado, 24 de agosto de 2019

El tesoro


—¿Qué sería un tesoro para ti?
—Tú.
—Ya. Pero eso no vale. Que no sea yo.
—Una primera edición del Quijote, un suponer. O la edición de Ibarra de 1780…
—¡Un libro! No dinero, ni oro, ni…
—Bueno, también me conformaría con un Velázquez, o un Gainsborough, o más modernamente un Monet.
—¡Cuadros! O sea, libros y cuadros son tu idea de un tesoro. ¡Cómo mola!
—¿Has dicho cómo mola?
—Tendrás mucho de eso. No te preocupes. Los libros y los cuadros y los objetos de arte y las antigüedades y esas cosas, vendrán solas a ti. Tienes imán para eso.
—¿Y para ti?
—Ya ves. Para mí los tesoros no lo tengo tan claro. Las joyas no me van. Me sientan bien, pero no me muero por ellas, tipo Liz Taylor. Igual soy más de lugares, una mansión antigua, una isla, un planeta…
—Un palacio renacentista. Te pega. Con jirafas y pavos reales paseando por los salones.
—Y en ese palazzo una gran biblioteca para ti, como ésas donde hay planetarios y esferas armilares.
—Qué culta eres: esferas armilares
—He visto la del Vaticano, y la de El Escorial.
—Perfecto. Mis tesoros caben en tu palacio. Con esas paredes puedo soñar con cuadros de gran formato.
—Reserva una estancia para reproducir el fresco de la Anunciación de San Marco. Una celda para ti y para mí. Como el Sancta Santorum
—Eres increíble. Hasta pronuncias el latín como una puccella florentina…
—Una celda desnuda con una cama como la que tenemos aquí.
—Podemos poner la golondrina del Prado en nuestro fresco.
—¡Sí, por favor, la golondrina la quiero!
—¿Ves?
—¡Es verdad! ¡La golondrina es la clave de todo!

Eduardo Fraile

sábado, 17 de agosto de 2019

Las tres parejas


—Ana es muy guapa, me gusta. Le pega a Tony, él rubio y ella morena. Tiene misterio. No hemos hablado, pero he notado que le caigo bien. ¿Pedro está casado?
—No sé. Él dice ‵mi compañera′. ¿Será la chica del libro que hemos leído? Viven en Villabáñez, una casa muy bonita de piedra, pero a ella no la he visto nunca con él.
—Me encantaría invitarles a cenar, pero ya sé que a lo mejor más adelante. Seguro que Pedro no le ha dicho nada a ella, de que tiene a alguien escondido aquí.
—La clandestinidad, chica.
—Me dan ganas de abrazarles. Les deseo lo mejor de lo mejor.
—Bueno, eso lo eres tú. Y ya estás pillada.
—¡Es verdad! ¡Se me había olvidado!
—Que te doy.
—Vamos escalonados: Tú y yo en los 20, Tony y Ana en los 30, y Pedro y la mujer misteriosa, en los 40.
—I…
—No.
—No qué.
—Lo que estabas pensando.
—Vale, vale.
—N, tú serás joven siempre. Cuando tengas 90 seguirás siendo un niño. Es lo que tenéis los poetas.
—I, tú siempre serás así de guapa.
—¿Más no?
—Más no se puede. Es imposible de toda imposibilidad. Tu belleza sería imposible de sostener si no fueras maravillosa.
—A ti lo que te gusta es el interior, a que sí.
—¿Te acuerdas cuando te desabrochaste el abrigo, la primera vez…?
—El abriguito rojo de la reina de corazones. ¡No podía fallar!
—¡De infarto! Como la primera vez que te vi en La Luna. Por cierto, me encantaría que nos escapáramos…
—¡Eh!
—Sí, ya sé, vamos a no cagarla ahora…
—Oye, te invito yo a un café ahora mismo, en mi pequeño planeta.
—¡Guay!

Eduardo Fraile

sábado, 10 de agosto de 2019

Pan con pan


—Pero lo que más me gusta de todo es el pan con magdalenas. Son dos cosas que me gustan ellas solas, pero juntas… ¡Buah!
—Salado con dulce. O pan con flan. A que te gusta también.
—¡Pues claro! ¡Es total!
—Mi madre dice el refrán: pan con pan comida de tontos.
—Pues tú de tonto ni un pelo. Eres el primer tío que no se avergüenza de mí, que como pan hasta con la tarta en los restaurantes guays.
—En fin. Habrá un día en que todos tengan una carta de pan, como la carta de vinos…
—¡Profeta!
—Y seguro que alguna modelo del siglo XXI saldrá en las revistas diciendo cosas como las que dices tú. A ver, señorita W, ¿cuál es el secreto de su belleza?
—Pues la alimentación. ¡Como mucho pan! ¡Pan lechuguino de Valladolid, España!
—Y los agricultores se forrarán vendiendo su trigo candeal. No se lo van a creer. Todas las chicas guapas del mundo comprando pan de nuestros pueblos.
—Seguro que entonces habrá un sistema de distribución con pequeños aviones o algo parecido…
—¡Adivina!
—Adivina, adivinanza. Es un bicho malo que tiene dos plumas. Una se la he regalado yo, y con la otra…
—Con la otra, ¿qué hago con la otra?
—Maravillas inconfesables. Secretos que no podré contar en las revistas del couché avec moi.
—Ya me parecía a mí que con pan solo…

Eduardo Fraile

sábado, 3 de agosto de 2019

Los ángeles custodios


—I.
—¿N?
—¿No te parece que estas semanas han sido como nuestra luna de miel, igual que esas parejas que se van de viaje a sitios increíbles y luego ponen el no molestar en la puerta de la habitación del hotel y no salen de allí en todo el tiempo…?
—Todo el oro del mundo y todas las maravillas de la Tierra las tienen al alcance de la mano.
—Eso es. El Paraíso no estaba fuera. Estaba en ellos.
Yes! De todas formas, vamos a ver un poquito de mundo tú y yo, a ver qué tal. Si nos persigue la serpiente, le daremos esquinazo.
—Tony parece que quiere que pasemos unos días en Asturias, en su casa de la montaña, antes de salir del país.
—Vale, pues le daremos ese gusto, pero no lo veo necesario, la verdad.
—Déjales. Creo que Pedro y Tony se lo están pasando en grande jugando a la clandestinidad con nosotros.
—Tienen nostalgia de su lucha política. Espérate no nos hagan cruzar la frontera a pie, de noche, con guías de la Resistencia
—Me encanta porque se ve que nos quieren. Chica, a mí ya me conocían, pero has aparecido tú y se les han derretido las entretelas…
—Yo también les adoro. Están viviendo nuestra historia de amor. Les parece maravillosa. Quieren participar de esta manera. Son como nuestros padrinos.
—Chica, no siempre vamos a encontrar ángeles de la guarda. Lo más normal es que nos topemos con lobos, tiburones o empresarios de la moda y la publicité.
—No te preocupes mucho, yo sé manejarme con esa gente. ¡Que soy una chica de las Delicias!
—Tú eres una deliciosa de toda deliciosidad.
—Y tú un gatuno tunante.
—Y tú más jitanjáfora.
—¿Pero jitanjáfora con asas o sin asas?
—Con asas, dónde va a parar…
—Siendo así, áseme de las asas.
Y en este plan.

Eduardo Fraile