sábado, 17 de agosto de 2019

Las tres parejas


—Ana es muy guapa, me gusta. Le pega a Tony, él rubio y ella morena. Tiene misterio. No hemos hablado, pero he notado que le caigo bien. ¿Pedro está casado?
—No sé. Él dice ‵mi compañera′. ¿Será la chica del libro que hemos leído? Viven en Villabáñez, una casa muy bonita de piedra, pero a ella no la he visto nunca con él.
—Me encantaría invitarles a cenar, pero ya sé que a lo mejor más adelante. Seguro que Pedro no le ha dicho nada a ella, de que tiene a alguien escondido aquí.
—La clandestinidad, chica.
—Me dan ganas de abrazarles. Les deseo lo mejor de lo mejor.
—Bueno, eso lo eres tú. Y ya estás pillada.
—¡Es verdad! ¡Se me había olvidado!
—Que te doy.
—Vamos escalonados: Tú y yo en los 20, Tony y Ana en los 30, y Pedro y la mujer misteriosa, en los 40.
—I…
—No.
—No qué.
—Lo que estabas pensando.
—Vale, vale.
—N, tú serás joven siempre. Cuando tengas 90 seguirás siendo un niño. Es lo que tenéis los poetas.
—I, tú siempre serás así de guapa.
—¿Más no?
—Más no se puede. Es imposible de toda imposibilidad. Tu belleza sería imposible de sostener si no fueras maravillosa.
—A ti lo que te gusta es el interior, a que sí.
—¿Te acuerdas cuando te desabrochaste el abrigo, la primera vez…?
—El abriguito rojo de la reina de corazones. ¡No podía fallar!
—¡De infarto! Como la primera vez que te vi en La Luna. Por cierto, me encantaría que nos escapáramos…
—¡Eh!
—Sí, ya sé, vamos a no cagarla ahora…
—Oye, te invito yo a un café ahora mismo, en mi pequeño planeta.
—¡Guay!

Eduardo Fraile

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