sábado, 22 de diciembre de 2018

El debut


—Te contaré mi primer trabajo de modelo. Mandé unas fotos mías a varias agencias y de la primera que me llamaron, que era *****, me ofrecieron enseguida una campaña de bañadores. Así que dije que no, y no se lo podían creer. Total, que acabaron ofreciéndome el doble, y luego el triple. Fue conmigo mi padre a firmar como representante, porque yo tenía sólo 17. Bueno, bueno, bueno. No te puedes imaginar cómo es ese mundo, y eso que sólo he aceptado poquísimas cosas. En resumen, que todo quisque me quería follar. Se da por hecho. Se mueve mucha pasta. No se diferencia mucho de la prostitución.
—Mi amor como un corderillo entre los lobos.
—No te rías, que esto es bastante serio.
—Ya lo sé, perdona. Es lo que tiene ser guapa, y lo tuyo es de top-ten.
—Cuanto más intento pasar inadvertida con ropa grunge o sin pintarme nada, más os pongo a los pervertidos como tú.
—¿A mí me pones?
—¿Que si te pongo? ¿Y esto qué es, vamos a ver, me lo puedes explicar?
—Sí puedo.
—Pues venga. Que la quiero larga y profunda y sólidamente argumentada esa explicación.

***
            A veces pienso que me vas a romper. Me das de sí, me das de mí, hasta el límite y mucho más allá. A la mañana siguiente compruebo los daños en el espejo de luna (en el espejo de La Luna), y mi temor a verme rota en mil pedazos se desvanece de repente. Me has embellecido, me has añadido una luz que antes no tenía. ¡Y estoy entera y verdadera! (Hoja arrancada del cuaderno de Iowa sujeta con celo en el espejo del baño)

Eduardo Fraile

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