—Oye
¿tú tienes clítoris?
—Anda
ya, que no, que me lo ha comido un gatito.
—Mira,
aquí dice que la Academia no tiene clítoris.
—Vaya
libraco, qué es.
—Un
diccionario de 1850. He estado buscando en las estanterías privadas de Pedro, y
diccionario etimológico no he visto, pero he encontrado esta joya.
—O
sea que buscabas lunar y has
encontrado clítoris.
—Más
o menos. Y es genial. Tiene unas definiciones…
—Y
qué es eso de la Academia, ¿la de la Lengua?
—Ay,
ven, que te voy a hacer yo cositas con la lengua.
—Lengua
de gato, pata de pato, rata de rato…
—Pues
este diccionario que huele tan bien… Esnifa, esnifa…
—¡Esnif!
—A
que huele guay.
—Sí,
como a hierbas del campo. Qué papel, parece papel de billetes de 1000.
—…
es el Diccionario clásico de la Lengua
española, por Don Ramón Joaquín
Domínguez.
—A
ver, a ver… Me gusta esto: Sitio o
asiento principal del deleite venéreo. ¡Toma ya!
—Y
lee al final.
—La Academia no tiene clítoris.
¡Maravilloso! La Academia no va a poder tener orgasmos hasta que te elijan a ti
como miembro viril.
—Lo
que quiere decir el glorioso señor Domínguez es que por entonces el diccionario
de la Real Academia no recogía todavía esa voz.
—¡Bravo!
Sólo por esa definición merece pasar a la posteridad. Así que cuando escribas
nuestro libro, no te olvides de sacarle. Qué tío más cachondo, el tal
Domínguez.
—Pues
espera a leer `esperanza ՛. Te vas a
caer redonda. Creo que hemos encontrado un juguete total.
—¿Un
juguete sexual?
—¡El
juguete definitivo!
Eduardo Fraile
No hay comentarios:
Publicar un comentario