—Estamos
llegando a un estado de compenetración cercano al de los hermanos gemelos. Ya
nos leemos el pensamiento. Tenemos telepatía. El uno acaba las frases del otro.
Nos estamos fundiendo en uno. ¿Qué va a salir de aquí?
—La
idea es que si la suma de nuestros yoes da una cantidad superior a la de las
partes por separado, entonces guay. En cambio, si la suma es menor, pues la
pareja se convierte en un lastre para las individualidades.
—Pues
guay. Tú me elevas, me sumas, me multiplicas…
—Y
contigo sigo siendo yo, pero mucho mejor, gracias a ti.
—O
sea, que te potencio.
—Me
potencias a la n. Toca, toca.
—No,
si la evidencia no necesita demostración.
—¿Ah,
no?
—Como
un axioma.
—¿Y
si hacemos el axioma?
—Suena
a jadeo total, casi hasta la asfixia…
—Suena
a japonés, a El imperio de los sentidos.
—Bueno,
hagamos el axioma, pero sin ahogamiento. Ya me tienes toda marcada por el
cuello. Axiómame con contención.
—¡Guay!
Vas a ver…
—¡Sí!
¡Las estrellas!
Eduardo Fraile
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