sábado, 4 de mayo de 2019

Nuestra canción


─¿Esa calle que pone en tu pasaporte es de las Delicias? No la había oído jamás.
─Sí, es de las del final, ya casi en las Arcas Reales.
─Mi amor de los suburbios. Tu belleza más pura aún…
─Como digas lo de la perla en el estercolero, te la corto, vas a ver.
─Una vez fui con mi padre al poblado de San Isidro…
─¿A las chabolas?
─Sí, fuimos a buscar materiales para hacer un reloj. Toda esa ladera era un vertedero.
─¿…?
─Nos mandaron hacer un reloj en Trabajos manuales. Yo creía que íbamos a comprar cartulinas y goma arábiga en una papelería.
─Qué fuerte.
─La verdad que sí. Me duró varias semanas la impresión. Mientras buscábamos entre los escombros llegó un mercedes negro, y bajó un señor. Enseguida se llenó aquello de niños gitanos medio desnudos. El hombre sacó del maletero un montón de cajas blancas como de camisas y les fue dando una a cada uno.
─Vaya historia. Tu padre tiene que ser un tío genial.
─Yo creo que si no hubiese tenido que mantener una familia y eso, quizá habría sido escritor.
─Pero entonces no hubieras nacido tú.
─Mira que si no llego a nacer… ¿Cómo podríamos habernos conocido?

***
─Me ha gustado mucho la historia de tu padre llevándote al páramo de San Isidro, a las chabolas.
─Tenía 8 o 9 años, creo.
─Seguro que eras un niño demasiado mayor para tu edad.
─Algo así. Es como si fuera hacia atrás. Cada día voy ganando en irresponsabilidad. Y ya contigo, ni te cuento.
─Mi amor, lo que te pasa es que tu corazón canta para mí.
─Mi corazón canta por ti. Tú eres mi canción.

Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario