Francisco Pino, in
memoriam
1
Todos los días me encuentro con algún falso poeta.
A veces, dos o tres. Hay días que se ponen
cuesta arriba.
2
Los falsos poetas llevan un perro enorme sin bozal.
No limpian sus excrementos. Les dejan mear
en los troncos de los árboles.
3
Ese perro es su ego.
Los falsos poetas le alimentan de
impotencia, de envidia y de rencor.
4
Pero hay días peores. Quizá en algún café nos asalten en grupo:
lo llaman recitales/micro abierto. ¡En guardia! ¡Huyamos mientras se acicalan
[la voz!
5
O, en soledad, quizá se precipiten desde los acantilados de nuestra biblioteca:
esas antologías donde escasea la grandeza y
brilla el sol opaco de la ineptitud.
6
Los falsos poetas nos envían, encima, sus libros dedicados
con pomposas palabras. Pero esas palabras
sólo hablan de sí mismos.
7
Les escupo el silencio. No les tengo compasión:
que se mueran, o quizás algo peor: ¡que
triunfen!
8
Porque también hay días faustos y benditos: hoy he descubierto a un gran poeta,
pero él ni siquiera sabe que lo es.
9
La luna está arriba.
Debajo.
Eduardo Fraile
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