sábado, 24 de noviembre de 2018

Cuadernos de Iowa/III


           Me estiras hasta el límite, como un arco de mimbre de las mimbreras del prado donde pastan los ciervos del Cantar de los Cantares. Me pones en la torre de lanzamiento. Qué soy: el arco, la flecha o el cohete, qué, el arma, el disparo o la bala. Qué soy, la velocidad o la tensión, o el blanco o la puntería. Pero sólo funciona contigo. Sólo tú sabes sacar de mí esta agua de vida que no creía poseer en mi pozo.

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            Si tú eres el arco y la flecha… contra qué te disparo, hacia dónde te apunto, por qué te llevo a la máxima tensión, con qué objetivo. ¿Te uso como medio, o eres tú el fin, o lo soy yo, o lo somos los dos? Si se pudiera almacenar la energía que liberan tus orgasmos podrías iluminar tú sola toda la ciudad. (Anotación de Nevers)

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            Yo hasta ahora no sabía lo que era la felicidad. Sí conocía el placer. Pero esto que me pasa contigo es distinto. Incluso el placer extremo que ocasionas en mí se magnifica y multiplica y eleva por una onda expansiva que viene de ti y de mí y de eso que somos juntos. ¿Era esto el amor que hasta ahora no tuve? ¿O es otra cosa más allá?

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            Suena un poco pomposo, o cursi, pero antes de conocerte yo no me conocía, y esto ahora lo sé gracias a ti, mi amor, mi descubridor.

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            Mi señor, déjame entrar en tu templo,
            permite a tu esclava prosternarse a tus pies.
            Haz de mí lo que quieras. Mi vida es para ti.
Mi cuerpo y mi alma son tuyos, úsalos
para lo que mejor puedan servirte.
Tómame.

***
            Mi señor de la barba llena de margaritas, llévame contigo a los prados donde saltan las gacelas. Aprenderé con ellas a dar esos brincos de felicidad cuando te ven. Eso les basta.

***
            ¿Sabes a qué sabes?
            Sabes a cedro del Líbano,
            sabes a subir una montaña
            y respirar desde la cima, mientras el corazón
            se nos sale del pecho. Sabes a miel
            de brezo y boj, a beso
            firme y a manzanas en agraz.
            Sabes a mí
            después de haberte dado
            tu merecido.

Eduardo Fraile

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