Me sorprende su belleza, cada vez
que retransmiten una rueda de prensa del Congreso. ¿Qué hace entre los
micrófonos, esa gola que se ciñe al cuello de los políticos? Micros y
grabadoras (sigo viendo las antiguas grabadoras de cinta de casete en los
novísimos smartphones, uno el suyo),
y su rostro, generalmente detrás de la cabeza del entrevistado (del asediado),
como el ángel que ninguno se merece tener.
Si quisiera calificar esa belleza…
pero no, no encuentro los adjetivos adecuados. Ella hace su trabajo. No sonríe
(jamás la he oído hacer una pregunta, así que no conozco su voz). Supongo que
está acostumbrada a ignorar las miradas de deseo, y de ahí ese levísimo rictus
desdeñoso. Ya me parece demasiado perla arrojada en el estercolero.
¿Será becaria? Aunque ya la llevo
viendo varios años, al menos dos o tres. ¿A qué medio representa? Estoy por
pulsar mis contactos periodísticos. Su media melena negra y ondulada, sus ojos
almendrados puro Cantar de los Cantares. Intento fijarme en sus manos: cómo
toma el micrófono, o sujeta la tableta. Me gustaría verlas más de cerca, y me
acerco a la pantalla… Si capturara sus dedos sabría cómo es, cómo acaricia…
Eduardo Fraile
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