sábado, 29 de junio de 2019

El pan


—Me encanta el pan de pueblo. Y éste me recuerda al del horno de leña de mi infancia. Íbamos a ver cómo sacaba el panadero los panes con su pala de madera. ¡Mmm! Olían así.
—Eres la primera chica que conozco que le gusta el pan.
—Porque creen que engorda. El pan no engorda. Lo que engorda es… ya sabes.
—Ya sé qué.
—Nada, nada. Que con la marcha que me das ya me puedo comer un par de jabalíes, como Obelix.
—Pues ha de saber la señorita que el músculo que más calorías quema es…
—¡El cerebro!
—¡Premio!
—Bueno, el cerebro y las cosas que nos hace hacer, supongo.
—Además, con el pan rico que tenemos en Valladolid… Cuando vivíamos en Madrid, el pan lechuguino de Valladolid se consideraba un artículo de lujo.
—Yo a veces como pan solo. O pan con uvas. O pan con queso de oveja. O pan con chocolate de hacer. Ese chocolate tan gordo y tan rico, el de Filiberto González.
—De Vezdemarbán, Zamora. Mi madre también se lo compra al chocolatero. Viene una vez al mes.
—Vamos a echar de menos el pan. Por ahí fuera no lo hacen tan bueno. A ver los yanquis qué tal se lo montan.
—En cuanto te vean y se lo pidas por favor, ya vas a ver cómo se ponen las pilas.
—Pártelo con las manos. El pan no se corta con cuchillo.
—Toma, come.
—¡Mm! Dios, qué rico. Sabe a gloria.
—¡A verano en el Paraíso!
—¡Pero contigo!

Eduardo Fraile

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