Se dice que en la Luna se pueden ver
las caras de dos amantes. Un beso. ¿Esos amantes somos tú y yo? Lo somos. Lo
seremos. Nuestro café tenía ese nombre mágico. Allí nos conocimos. Allí caímos
uno en los brazos del otro. Con esa profunda atracción. ¡Si hasta me llamabas
Imán al principio! Quizá un día miraremos la luna llena juntos, dentro de
muchos años. Quizá un día la miraremos por separado, y nos reconoceremos en
ella, besándonos para siempre.
***
─Toma,
para que me escribas cosas bonitas.
─Pero…
─Me
he escapado de una carrera a Delio Guerrero porque no me he podido aguantar.
─¡Una
Mont Blanc!
─Para
mi amor, la pluma mejor.
─Anda,
que te van a contratar para hacer eslóganes publicitarios.
─¿Te
gusta?
─¿Qué
si me gusta? ¡Me encanta! ¡Eres tú!
─Soy
tu ángel. Esto no es una pluma mía. Es una pluma de René Magritte.
─Me
dejas sin palabras. Gracias. Gracias. Cómo has sabido que…
─Porque
te he soñado con ella…
─Estrénala
tú.
─No,
no, es sólo para que escribas tú.
─Vale.
Pero quiero que me la estrenes de esa manera que tú sabes…
─¡Ay!
¡Pero serás degenerado…!
***
Echaremos de menos este refugio. El
nombre de la editorial le pega: Balneario
escrito. Nuestra jaula dorada para reponernos y echar luego a volar solos.
La verdad es que no tengo miedo. Tenemos que decirle a Pedro y a Tony que ya
está bien de prudencia. Tus amigos son estupendos. Creo que nos han adoptado. Y
nosotros venga a disfrutar de las manzanas del Paraíso. De las manzanas del
árbol del Amor y del Conocimiento. Del árbol del Bien y del Mejor. Cuando
estemos en el sitio al que vamos, miraremos hacia aquí, que es el punto de
partida. Nuestra base de lanzamiento.
Eduardo Fraile
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