No se puede negar que eres un gato.
Te mire por donde te mire eres gatuno. Te estiras como un gato. Me miras como
un gato. Tienes bigotes de gato y ojos de gato y te mueves como un gato, con
sigilo y elegancia, o con vertiginosidad de flecha, directo al corazón. A veces
hablas, eso sí, no mucho. Pero cuando callas tienes silencios de gato y me
enamoras y me enamoras y yo soy una tonta y me pongo a llorar de lo bonito que
eres. ¡Mon chat!
***
Gatito, gatito, te veo merodear
gatunamente por entre mis piernas. Quieres que te haga casito y que te haga casita. Traviesillo, traviesillo, esa
lengüecita. Ay esa lengüecita, que te la voy a morder, que te la voy a morder.
Como sigas subiendo por ahí te voy a tirar de los bigotes. ¡Atrevido! ¿Me has
oído? Las espigas tienen bigotes de
gato. Tú me lames como la Luna, como con pétalos de una flor de saliva. Me
imagino que voy descalza por un prado fresquísimo. Las hierbas y las
florecillas acarician las plantas de mis pies. Gatito guapo, gatito bonito.
¡Qué dulzura, qué locura! Me vas a hacer ver las estrellas. Ellas caen sobre
ese prado, como piedras preciosas, y yo las piso sin quemarme, sin cortarme.
Prado de estrellas que me hacen cosquillas. Ay. Cuál de ellas es mi casita.
Adelante, adelante, puede usted pasar, señor gatuno. Siéntese. ¿Le apetece un
licorcito? Le puedo ofrecer agua del pozo de mi patio interior, agua de plata,
agua de Luna, a. Ah…
***
Ya. Ya. Quieto ahí. Deja que las
espirales de colores me envuelvan y me extravíen. Cógeme de la mano para que
sepa volver.
Eduardo Fraile
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