sábado, 3 de agosto de 2019

Los ángeles custodios


—I.
—¿N?
—¿No te parece que estas semanas han sido como nuestra luna de miel, igual que esas parejas que se van de viaje a sitios increíbles y luego ponen el no molestar en la puerta de la habitación del hotel y no salen de allí en todo el tiempo…?
—Todo el oro del mundo y todas las maravillas de la Tierra las tienen al alcance de la mano.
—Eso es. El Paraíso no estaba fuera. Estaba en ellos.
Yes! De todas formas, vamos a ver un poquito de mundo tú y yo, a ver qué tal. Si nos persigue la serpiente, le daremos esquinazo.
—Tony parece que quiere que pasemos unos días en Asturias, en su casa de la montaña, antes de salir del país.
—Vale, pues le daremos ese gusto, pero no lo veo necesario, la verdad.
—Déjales. Creo que Pedro y Tony se lo están pasando en grande jugando a la clandestinidad con nosotros.
—Tienen nostalgia de su lucha política. Espérate no nos hagan cruzar la frontera a pie, de noche, con guías de la Resistencia
—Me encanta porque se ve que nos quieren. Chica, a mí ya me conocían, pero has aparecido tú y se les han derretido las entretelas…
—Yo también les adoro. Están viviendo nuestra historia de amor. Les parece maravillosa. Quieren participar de esta manera. Son como nuestros padrinos.
—Chica, no siempre vamos a encontrar ángeles de la guarda. Lo más normal es que nos topemos con lobos, tiburones o empresarios de la moda y la publicité.
—No te preocupes mucho, yo sé manejarme con esa gente. ¡Que soy una chica de las Delicias!
—Tú eres una deliciosa de toda deliciosidad.
—Y tú un gatuno tunante.
—Y tú más jitanjáfora.
—¿Pero jitanjáfora con asas o sin asas?
—Con asas, dónde va a parar…
—Siendo así, áseme de las asas.
Y en este plan.

Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario