—I.
—¿N?
—¿No
te parece que estas semanas han sido como nuestra luna de miel, igual que esas
parejas que se van de viaje a sitios increíbles y luego ponen el no molestar en la puerta de la
habitación del hotel y no salen de allí en todo el tiempo…?
—Todo
el oro del mundo y todas las maravillas de la Tierra las tienen al alcance de
la mano.
—Eso
es. El Paraíso no estaba fuera. Estaba en ellos.
—Yes! De todas formas, vamos a ver un
poquito de mundo tú y yo, a ver qué tal. Si nos persigue la serpiente, le
daremos esquinazo.
—Tony
parece que quiere que pasemos unos días en Asturias, en su casa de la montaña,
antes de salir del país.
—Vale,
pues le daremos ese gusto, pero no lo veo necesario, la verdad.
—Déjales.
Creo que Pedro y Tony se lo están pasando en grande jugando a la clandestinidad
con nosotros.
—Tienen
nostalgia de su lucha política. Espérate no nos hagan cruzar la frontera a pie,
de noche, con guías de la Resistencia…
—Me
encanta porque se ve que nos quieren. Chica, a mí ya me conocían, pero has
aparecido tú y se les han derretido las entretelas…
—Yo
también les adoro. Están viviendo nuestra historia de amor. Les parece
maravillosa. Quieren participar de esta manera. Son como nuestros padrinos.
—Chica,
no siempre vamos a encontrar ángeles de la guarda. Lo más normal es que nos
topemos con lobos, tiburones o empresarios de la moda y la publicité.
—No
te preocupes mucho, yo sé manejarme con esa gente. ¡Que soy una chica de las
Delicias!
—Tú
eres una deliciosa de toda deliciosidad.
—Y
tú un gatuno tunante.
—Y
tú más jitanjáfora.
—¿Pero
jitanjáfora con asas o sin asas?
—Con
asas, dónde va a parar…
—Siendo
así, áseme de las asas.
Y
en este plan.
Eduardo Fraile
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