sábado, 27 de julio de 2019

Llegar a las manos


—Si te das cuenta, en esta calle hay una imprenta, una editorial y una librería. Es perfecta para ti.
—Y también un convento de monjas y dos colegios… Para tu época mística te podría valer.
—Ya, pero ahora creo que debo volar en el Concorde.
—A tu pequeño planeta. Pero vamos juntos, ¿no?
—¡A ver! Tú y yo somos uno.
—¡Uf! Menos mal. Parecía que querías dejarme aquí, desangelado.
—¿Cómo podría? Tú has despertado todo esto. Mi volcán interior. Mi flor, que ya no está mustia sino rozagante y rorante y ronroneante, si se puede decir ronroneante de una flor, señor gatuno.
—Sí se puede. Se puede todo. Una bella metáfora, la flor que ronronea. ¿Qué más he despertado en ti?
—Mis alas. Todo vuela dentro de mí desde que te conozco.
—Eres el ángel, la virgen y la golondrina, en el cuadro de la Anunciación.
—Y tú eres el pintor y eres el poeta.
—Yo soy Tuyo.
—Tú eres mi Señor.
—Oye, da gusto discutir contigo.
—¡Pues espérate, que ahora vamos a llegar a las manos!

Eduardo Fraile

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