—Sólo
nos faltaría un pozo en este patio recoleto para que nuestro refugio sea
perfecto. Sacaríamos agua con un calderillo de zinc. Seguro que las monjas
tienen pozo. Por aquí pasaba uno de los ramales de la Esgueva, así que habrá
agua a tres o cuatro metros.
—Qué
guay, un pozo. Pozo y golondrinas. Para qué más.
—Y
eso que este año tan húmedo las golondrinas casi no han podido alimentarse.
—Las
golondrinas cazan también los días nublados. Pero pobrecillas, les gusta más el
calor.
—Oye,
si hubiera un pozo podríamos sacar la luna llena en el caldero, cuando se
reflejase.
—Y
las estrellas lejanas. Una herrada de estrellas.
—¡Una herrada! ¡Qué bien hablas! ¡Con qué
propiedad y elegancia y con qué todo!
—Oye,
que yo también me codeo con los grandes poetas. Algo se me había de pegar.
—Al
que se le va a pegar tu luz es a mí. A fuerza de mirarte y mirarte.
—Tú
eres un adulador gatuno. Qué querrás, qué querrás…
—Querré
beberte. Querré comerte. Querré saciarme de ti.
—No,
si ya te veía yo venir, afilándote los bigotes…
Eduardo Fraile
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