sábado, 2 de marzo de 2019

Donde Pedro descubre al poeta y Tony le invita a conocer también a su Musa


(Tony en la barra, Pedro lee unos folios prendidos con una chincheta en La Luna)

─¿Quién es Eduardo Fraile?
─El poeta, te he hablado de él, viene mucho por el Café, sobre todo por las mañanas.
─Joder, esto es muy bueno, tío, es la hostia.
─Dice Josechu que lo escribió aquí el otro día, con una máquina antigua que se había comprado en Estévez, esa tienda de reparaciones de la Bajada de la Libertad.
─Pues escribe de puta madre. A ver si nos presentas, quiero leer más cosas suyas.
─Eso está hecho. Si le habrás visto alguna vez, viste todo de negro, muy alto y muy delgado. Con granos.
─Coño, claro que sí. Pero le he visto en El Largo Adiós, aquí no hemos coincidido nunca.
─Últimamente viene menos. Me da a mí que ha ligado con un bellezón de Las Delicias. Ella aparecía algunas tardes con un tío chungo que no le pegaba nada… Y un día: ¡zas!, un flechazo de esos que se para el mundo. Yo estaba en la barra, tío. ¡Y lo vi!
─Me pones los dientes largos, cacho cabrón.
─Pues te apuesto lo que quieras a que no has visto en tu vida una tía como ésa. Está buena que te cagas, pero además tiene esa sencillez que te desarma por completo…
─Vaya, pues esta apuesta sí que la quiero perder a toda costa.
─Vente mañana a eso de las 7. Te invito a un gin-tonic de Gordonˈs.
─¡Hecho, Maestro!

Eduardo Fraile

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