sábado, 26 de marzo de 2016

Hidalgo

Qué sería de Hidalgo, muchas veces
me sorprendo preguntándome, y la cosa es que apenas
le recuerdo, ni siquiera su rostro, un rasgo mínimo,
nada que nos concierna a los dos, el timbre,
el tono que adquirían sus palabras
en el aire de nuestra niñez. Jugaba al fútbol
como los ángeles. Era el mejor de todos
sin que cupiera duda, se desplazaba por ese mismo aire
con elegancia sobrenatural, metía goles
de la misma manera con que otros sacábamos matrículas de honor…
Quiero decir que parecía que todo fuera fácil
y sin esfuerzo en su mundo
de verdor fresco y porterías de madera
blanqueadas con la cal con que marcábamos las áreas…
A él le elegían el primero cuando echábamos a pies,
y a mí el último. Quizá eso fue lo único
que nos unió. Él jugaba en el campo
de hierba y tiza, y yo en el encerado verde
recorrido por una interminable oración gramatical.
Años después, esperaba oír su nombre
esbelto en las alineaciones de los equipos de primera…
era lo lógico. Pero no. Faltaba Hidalgo
entre los delanteros del Madrid.
Qué sería de Hidalgo.
Qué sería de Fraile, quizá dijera él alguna vez
para sus adentros, aquel chico tan listo
que sacaba todos sobresalientes y jugaba de defensa
(y se sonreiría sin duda), tan fácil de driblar
(nosotros decíamos regatear) como la luz.


Eduardo Fraile

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