sábado, 2 de abril de 2016

Sharapova Forever

            Ahora ya del todo parece una heroína de Tolstoi o Dostoyevski, ahora que la fatalidad se ha posado sobre ella y descubrimos que sigue siendo igual de elegante en la derrota que en las pocas victorias que las hermanas Williams ─Venus y Serena─ le dejaron alcanzar. Esos tanques. Pero ella ganaba siempre de calle con un grito, con un mínimo saltito antes de cada saque. La distinción, el encanto natural de cada movimiento: touche, charme, chic. Majestad.
          Esto sólo le puede pasar a una rusa que juega al tenis como si estuviera preparando el samovar en el Palacio de Invierno. Porque toda esa belleza en movimiento ya presagiaba algo así, ya llevaba como implícita la tragedia. Y ella la asume ofreciendo el cristal de su cuello infinito a los vientos cortantes de los controles antidoping.
            Sin una queja. Aceptando la injusticia y la aniquilación. Casi se diría que provocándolas ella misma. Como si ella fuese la que hubiera ido a buscar el castigo sin haber cometido ningún crimen. ¿No da acaso esa impresión?
            Ya nos parecía cruel que el destino hubiese puesto a la puerta de la Victoria dos fornidos gendarmes casi infranqueables. Y ya suspirábamos por la justicia poética de un ángel fieramente humano encantando a las bestias…
              Cuando de repente dobló mágicamente una rodilla y entregó las alas.


Eduardo Fraile

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