sábado, 9 de abril de 2016

Las chicas Casariego

        Inquietantes y exóticas, femeninas hasta la extenuación, valientes y aventureras, vagamente orientales cuando no decididamente japonesas de Osaka (o de Ookunohari) o alemanas de Hanoi, o francesas de San Francisco, o rusas de ninguna Rusia de un tatuaje: Nadezhda, Marie, Schneider, Wataksi, e incluso sin un nombre que grabar en el corazón, tan solo una inicial, la letra del silencio compartido del beso, y de la ansiedad y el delirio del amor: H.
         Las chicas de Pedro Casariego, las heroínas de sus 6 libros/puzle, emergen de ese magma inestable y fragmentario de los textos encadenados con una personalidad magnética, imponiéndose en la memoria del lector a los protagonistas masculinos, e incluso a la voz del propio narrador. Ellas son el enigma y la piedra preciosa de donde procede toda la luz.
         La canción de Van Horne, La risa de Dios, Maquillaje, El hidroavión de K., La voz de Mallick… Incluso en el 6º de estos libros, Dra, una aventurera finlandesa, ella, el ella eterno y cambiante de su poesía, sólo es nombrada así, o como ‘la dama’: «Ella resplandece como una tarta de cumpleaños…», «Ella cae/ en la trampa de la ortiga…», «El cisne/ recibe de la festiva dama/ un terrón de hierba…», «La dama coge el ladrillo/ (un ladrillo de nube)», la dama esto, la dama lo de más allá…
          No me es difícil ver ese pequeño rumor de las alas escondiéndose, la travesura del fulgor de sus miradas. De su mirada, pues al cabo son una: una invitación, una aceptación, quizá la clave (la llave), quizá el porqué: de cualquier modo la puerta que da acceso al Paraíso.


Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario