Nunca he sabido el porqué de la
desaparición de Pedro. Por qué dejó la ciudad súbitamente, el trabajo de
distribuidor de Libros de Enlace y su
propia editorial Balneario Escrito. Sé
que vendió la casa de Villabáñez… Hubiera podido indagar entre sus más directos
conocidos, libreros, amistades comunes, pero algo, no sé, un cierto pudor de
ver en él una imagen anticipada de mí mismo en el futuro, quizá, me mantuvo a
distancia. Porque bien se echaba de ver que en esa huida había algo íntimo y
personal. No era una cuestión de negocios. Y enseguida se me aparecía la figura
de su mujer, la presencia femenina misteriosa que habíamos descubierto en las
páginas de su primer libro y que nunca llegamos a conocer en persona. Utilizo
dolorosamente el plural, bien lo sabe el lector de estas páginas. Nunca la
vimos, pero le atribuíamos, le sumábamos el prestigio de lo incógnito a esa
belleza oculta tras los muros de piedra de la casa de Villabáñez. Porque tenía
que ser guapa, maravillosa, una perla secreta. Su libro de poemas de 1969, En un vértice agudo y penetrante, está
dedicado a ella, seguro. Y seguro que ella fue la causa de aquella súbita
esquina que tomó (que torció) Pedro para dejarnos a todos cayendo en el hueco
de la O. Un brocal de pozo, la sorpresa de unos labios, o la incredulidad.
Ni siquiera muchos años después, ya
en el siglo XXI, cuando me invitó a Zaragoza para una lectura de poemas. Porque
estaba igual. A él no se le notaban esos 20 o 25 años que nos habían pasado a
todos por encima. Y su gran cordialidad. Como si nos hubiésemos visto la noche
anterior en La Luna de Tony, o en El Largo Adiós tomando un gimlet. Pero con ese exquisito cuidado
de no pisar minas que podían estallarnos en la cara a los dos. O quizá él diese
por sentado que yo sabía lo que seguramente supieron los que eran sus más
próximos. O quizá, intuí también, él tampoco supiese qué había sido de mí, de
nosotros, y su sentido de la elegancia y la prudencia le mantuviese en ese
terreno cómodo del cariño y la aparente superficialidad.
Gracias,
amigo.
Eduardo Fraile
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