Nevers, Nemours, Denver
Al final tendremos que seguir a Denver,
Colorado, a reunirnos allí con la Beat Generation, como Kerouac cuando no se
permite parar en Des Moines porque tiene una cita en Denver con ‵los otros‵. Y sí,
en Des Moines están las chicas más guapas del mundo, pero su deber, su misión, le
lleva por otros caminos, le arranca del placer, por decirlo de alguna manera.
He pensado mucho estos días americanos en
que quizá te he desviado de tu ruta. Que te he arrastrado (o que nos hemos
dejado arrastrar por un viento de pasión maravilloso pero también cegador), que
te he dado la mano y de repente estamos volando por el cielo de un cuadro de
Chagall, sobre las torres incendiadas del atardecer… Es cierto, te he sacado de
ti (me he sacado de mí) y no sé si a lo mejor te he desviado yo también de eso
(sea eso lo que fuere) que tú tienes que hacer. A lo mejor tú tampoco sabes aún
—aunque lo intuyes y lo persigues— qué
es eso a lo que estás obligado. Ni si yo entro ahí o no, si soy o no una
influencia favorable o más bien una distracción (o una tentación).
No quiero darme argumentos —o dártelos a
ti— para que dudemos ahora del nosotros
que somos. Pero no dejo de sentirme a veces como secuestradora. Cuanto más te
quiero más me pongo a dudar si mi amor no será interesado, y si supiera que
supongo una desviación o un obstáculo en tu Obra,
y perdón por la mayúscula, ¿te dejaría?, ¿tendría la fuerza sobrehumana que
tuvo Jack al cruzar Des Moines sin detenerse… para liberarte de mí?
Eduardo Fraile
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