sábado, 23 de noviembre de 2019

La tapadera



            Una ola de calidez me invade, como si el sol entre los cristales del mirador se concentrase en mi espalda, en mi nuca, y casi tuviera que cambiarme de sitio. Vuelves en esta caricia del sol con dientes del invierno que viene y que se va. Vuelves como sin querer queriendo, como si estuvieras ya aquí y sólo hubiese hecho falta mi recuerdo…

—Qué blanquito está mi amor. Vamos a tener que irnos a que nos dé un poco el aire. Dile a Tony que a lo mejor nos vendría bien pasar unos días en Asturias, la casa ésa que te ofreció en la montaña.
—Sí, él quería que nos fuésemos allí desde el principio, fue Pedro el que dijo que mejor no movernos todavía, y que ocupáramos este hermoso almacén lleno de libros…
—¡Pero nos van a salir sombreros, como a los champiñones!
—Se lo diré. Es verdad. Ya no hacemos nada aquí. Podemos seguir nuestra luna de miel en la verde caricia de la montaña. ¿Habrá rebecos, corzos, cabras montesas, jabalíes?
—Ángeles llenos de luz para que los cacemos y les invitemos a jugar con nosotros…
—Yo no he estado nunca en Asturias, patria querida.
—Ni yo. Oye, pero desde allí echamos a volar, así que vamos a prepararlo todo. Pasaportes incluidos.
—Ligeros de equipaje, como Machado, ¿no?
—Mucho, mucho, no tenemos que llevarnos, pero vamos a pensar. En Francia puedo usar mi cuenta guay. ¿La cabaña de Tony está en un pueblo o aislada en la montaña?
—Pues no lo sé muy bien…
—Oye, no sabemos cuánto tiempo durará nuestro viaje. Habla con tu familia. Yo le he escrito una carta a mi madre, pero en mi casa ya están acostumbrados a mis escapadas internacionales.
—Vale, descuida.
—La tapadera es mi campaña de modelo en Estado Unidos, que a lo mejor hasta termino desfilando de verdad de costa a costa…

Eduardo Fraile

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