sábado, 16 de noviembre de 2019

La cama voladora


(Iowa/Nevers)

—Estamos delgadísimos. A ver si nos cogemos una anemia o algo. La verdad es que con las provisiones que nos deja Pedro en la nevera tenemos de sobra, pero a mí a veces ya no me sostienen las piernas. En este estado me tienes.
—En este estado de ingravidez. A veces, en los orgasmos, noto que nos elevamos del colchón. Juraría que un palmo más o menos. Te rodeo completamente con mis brazos, y así y todo, con mi peso sobre ti, no tocamos la sábana…
—Puede ser. Yo no me doy cuenta. Hay unos instantes en que pierdo la conciencia de mí. No sé si es un segundo o dos, o quizá más…
—Los franchutes llaman al orgasmo ‘la petite morte’. Por algo será.
—Pero tú resucítame. Tráeme de vuelta siempre. No me sueltes hasta que volvamos a caer sobre el colchón.
—Y hay un momento en el que rebotamos. ¿No lo has notado tampoco?
—No, qué va. Pero eso confirma la levitación. ¡Qué guay!
—Vamos a tener que estudiar este fenómeno. No creo que se debe a esta cama, que bastante tute le damos, pobrecilla.
—Me encanta. Si fuera posible llevárnosla…
—Bueno, más que llevárnosla lo que podemos hacer es viajar sobre ella, como las alfombras voladoras…
—¡Eso! ¡Qué idea!

Eduardo Fraile

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