sábado, 25 de junio de 2016

Ningún junio tan ellas

Ningún año como éste, ningún junio tan ellas,
ninguna vez tan íntima, tan desatinadamente alegres
cuando me ven, cuando vuelvo
de la ciudad, al irme,
al cerrar, al abrir la puerta con la llave
grande, de forja, de herrero, el señor Pablo
quizá, cuya fragua lindaba con la casa de la abuela
Evarista, el eterno verano de nuestra niñez…

Ningún junio tan ellas saludándome,
diciendo adiós, exultantes, perdidas cada vez
en los revoloteos del profundo dolor
del gozo sin medida…

Ningún junio tan ellas,
ningún ellas tan yo.

Eduardo Fraile

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