Viene los veranos a Castrodeza, para
hacer un descanso en el regreso a Almería desde la costa norte. Se queda un día
o dos, con su hermano Teo y con Diego, su padre, mi amigo el librero de
"Book Cake". Son los Z. Pero a quien reconocen las golondrinas es a
ella, que les habla con los ojos, unos hermosísimos y enormes ojos negros
sombreados ─asombrados─ por largas pestañas. Vienen a Castrodeza amigos,
lectores (lectrices), familias con niños durante el verano, y las golondrinas
esquivan su solicitud insistente. En cambio, a ella vienen ellas a verla y
revolotean en torno a su cabeza (en torno a su belleza), como si fueran un
pensamiento suyo, y de hecho creo que eso son, una construcción mental de María
Z, que levanta entonces levemente los brazos y las golondrinas se posan en
ellos un momento, sin dejar de aletear.
Creo que su intención es elevarla y
llevársela, o animarla a que eche a volar ella también y se vaya con ellas.
Eduardo Fraile
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