sábado, 29 de diciembre de 2018

Cuadernos de Iowa/IV


          Mi amor de manos largas, que me tocan por todas partes. Dedos como lápices, como pinceles. Qué manos tienes. Nunca me habían acariciado así. Me fijé enseguida en esos dedos y pensé: estoy perdida, los quiero dentro de mí. Y con qué elegancia se mueven: ¿son alas o son manos? Me elevas, me alzas, me lanzas al aire, me echas a volar…

***
          Mi amor de barba llena de margaritas. Tu barba ensortijada porque mis dedos se entretienen en hacer caracolillos. Pareces griego, o asirio, o persa. Un gato persa eres, mi amor. Besarte es como ir al bosque, como perderse en aromas de madera y peligro. Podría quedarme a vivir en tu barba de caoba y de oro, de cedro y anís. Sería una ninfa de los bosques de tu voz, amor mío.

***
         Mi hermoso rey, tu majestad es sencilla. Ni siquiera creías que eras guapo, que yo podría enamorarme de ti. Ni un átomo de presunción en ti. Incluso ahora que eres mi señor no haces alarde de tu conquista. No me das por supuesta. Cada instante dudas de que yo sea verdad. Pero lo soy y te adoro.

***
        Mi señor. Tu poder es la caricia de un pétalo de rosa. El aroma que se desprende de ese pétalo. Yo lo respiro y sé que la rosa sonríe. Mi amor, me haces florecer…


Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario