sábado, 20 de octubre de 2018

Nuestras madres


─Nunca me dices nada de tu familia.
─Ni tú. Lo único que sé es que tus hermanos te traen ropa de Londres.
─Me gustaría conocer a tu madre. Seguro que te echa de menos. Pensará que soy una secuestradora.
─Ella sabe que eres distinta a todas. Sólo tú has tenido el poder de arrebatarle a su hijo.
─Es verdad. Las madres saben, aunque intentemos ocultarles las cosas. La mía no me pregunta, pero sabe. Y está asustada, a ver.
─Hay mucha gente a la que le afectan nuestras decisiones, y a las que haremos daño sin querer. Sólo el hecho de que nos amemos está provocando disturbios en la galaxia.
El amor es un perro del infierno. Lo he leído en Bukowski.
─El amor lo saca todo de quicio. Dante decía que mueve el Sol y las demás estrellas. El amor nos crea. El amor nos destruirá.
─Calla, Poeta. Mientras estamos siendo devorados, mientras ardemos, mientras nos desangramos hasta la última gota…
─Mientras, extenuados, exánimes, caemos de bruces en la arena de la playa…
─Mientras morimos…
─Mientras resucitamos…
***
─¿Qué hacías antes de conocerme, mi amor de barba florecida, mi Salomón del Cantar de los Cantares?
─Te esperaba y te esperaba, y desesperaba ya de que vinieras, o de llegar a ser digno de ti.
─Pero vine, llegué y te encontré con tu lámpara encendida.
─Querrás decir con mi lápiz Faber Castell escribiéndote…
─Con tus palabras inauditas, con tus palabras nuevas, recién hechas, oliendo a pan, oliendo a goma de borrar de nata, oliendo a libros nuevos al empezar el curso…
─Y tú olías a campo verde lleno de margaritas, de amapolas, de clavellinas y de esas florecillas moradas que no sé cómo se llaman.
─Pues si no lo sabes tú… Llámalas Iowas, llámalas mi deseo de ti.
Iowas, qué nombre tan hermoso para las flores enamoradas…

Eduardo Fraile

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