sábado, 6 de octubre de 2018

Cuadernos de Iowa


            Denver,
         mi poeta, mi verso, mi diverso. Mi igual a mí, mi distinto a todos. Único y múltiple. Qué hacías lejos, cuando aún nuestras miradas no pensaban en chocar, en encontrarse. Te amo por encima de todo (o por encima del Todo, sea esto lo que fuere). Te amaba ya incluso antes de que te amase. Yo no sabía entonces lo que era el amor. Tú me lo has enseñado no sabiéndolo tampoco, simplemente con ser, con estar ahí, con estar aquí dentro de todos los dentros de mí. Me multiplicas, me divides, me partes por la mitad. Me sumas y me restas, y al final somos tú y yo muchas veces, embellecidos, enriquecidos, completos. Tengo que sujetarme para no ponerme a gritar cómo te quiero. Me pondría a saltar a la comba entre las estrellas, o a jugar a la rayuela con tu nombre en el cielo y en la tierra, con tus manos en mí. Muérdeme, cómeme, devórame, conviérteme en tu luz, mientras te abraso. ¿Ves? Desvarío y deliro y me transfiguro. Mi alma se hace pájaro y palabra. Y tú me cazas al vuelo y me devuelves convertida en escritura.

***
          Lámeme, vísteme de saliva. Bésame sobre los besos que me has puesto hace un instante, no se vayan a secar, a marchitar, a olvidarse. Mi Salomón en todo su esplendor. Ya ves que yo también uso metáforas sagradas. He leído el Cantar de los Cantares. Qué verdad. Qué belleza. Ella soy yo, ella es todas las chicas que aman. Y él eres tú. Mi Rey sin corona, con la única corona ante la que me arrodillo: el laurel de tus palabras hechas de dulce miel para mí.

***
          No dices mi nombre y yo no digo el tuyo tampoco. Hemos empezado jugando así, como no siendo nosotros de verdad, o siéndolo más profunda y esencialmente. Bueno, a veces, cuando hacemos el amor, se me escapa tu hermoso nombre de rey inglés, tú que eres tan francés en todo. En cambio tú dices toda clase de cosas, me nombras con todas las palabras que encuentras, incluso me insultas con las más maravillosas y desconcertantes injurias que no sé cómo conviertes en las más hermosas palabras de amor.

***
            Poeta, Nevers, Nemour, Denver
            Cuando cierro los ojos te veo navegando en un barco
            de papel, uno de esos barquitos que haces con los folios
            que no me escribes. La marca de agua es una torre
            o un galgo, o un jinete con espada encendida,
un barco con las alas desplegadas,
un lebrel en carrera. Mi Poeta,
mi Capitán.


Eduardo Fraile

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