sábado, 13 de octubre de 2018

Monos en la cara


           
─Si yo fuese un edificio de Valladolid, ¿Cuál sería?
─La torre de La Antigua. Eres la más esbelta, delicada y deliciosa criatura. La Antigua es el Concorde del Románico. La mandó hacer el conde Ansúrez, fundador de la ciudad, como regalo para su chica, doña Eylo. Ya ves, entonces, por el año mil y pico de ave, los enamorados no se andaban con chiquitas: que si unos pendientitos, que si una pulserita de los puestos de los hippies…
─Vale, me gusta. Tú serías… No sé, chico, no te pareces a ningún edificio. ¿Y si yo fuese un parque?
─El Parque del Poniente.
─¡Anda, mira!
─Es misterioso y a la vez abierto. Tiene estatuas y estanque, y en los columpios una chica me dijo una vez: Qué me miras, ¿acaso tengo monos en la cara?
─Pero bueno, eso no me lo habías contado.
─Tenía 7 años, o a lo mejor 6, cuando nos vinimos de Madrid. Había dos columpios que eran como una viga larga con cabeza de caballo. Se podían subir 8 o 9 niños en hilera y funcionaba con un movimiento de vaivén. Espera que te lo dibujo. Más o menos así. Los niños nos agarrábamos a esas especies de T y algún mayor empujaba hacia delante y hacia atrás.
─¿Y?
─Yo me quedé mirando a la chica que empujaba. Sería la hermana mayor de alguno de los que estábamos subidos. Era guapísima. Me quedé embobado.
─Ya conozco esa cara que pones cuando ves la belleza.
─Y entonces se acerca a mí y me suelta en voz alta, para que todos lo oigan y para avergonzarme: ¡Qué me miras! ¿Acaso tengo monos en la cara?
─¡Qué fuerte! ¡Qué mala! Te pondrías rojo como un tomate.
─Bien que lo sabes. Se me saltaban las lágrimas. Cuando aquello paró, aquel movimiento horrible que hacía que me diesen arcadas, me bajé y eché a correr.
─Vaya pécora. Seguro que se merecía lo que le habrá pasado después. Nadie puede usar así su poder. Si no era también guapa por dentro lo habrá pasado mal.
─Venga, ya pasó. Fue como si me hubiesen dado un bofetón.
─¡Guapo! ¡Más que guapo! ¡Tú sí que tienes monos en la cara y por aquí y por aquí. Y te los como todos, y te los chupo y te los lamo y te los todo de todo.



Eduardo Fraile

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