sábado, 23 de junio de 2018

La confesión


Iowa/Nevers. En algún lugar de la montaña asturiana

─Tengo que confesarte una cosa.
─Sí.
─Pero no te enfades.
─Cómo me voy a enfadar contigo. ¿Tiene que ver con esa persona de la que huimos?
─En cierto modo sí. No me persigue porque esté enamorado de mí. Hace tiempo me    
  ingresó un montón de pasta en una cuenta que tengo en el extranjero. De cuando he  
  hecho algún trabajo de modelo y eso.
─Para que no se lo pillaran si le detenían ¿no?
─Sí, yo era su caja fuerte.
─¡Vaya, vaya! ¿Y cuál es tu combinación?
─En serio. Te he metido en esto sin querer, es decir, queriéndote…
─Ya me parecía a mí que algo no cuadraba. Te agradezco que me lo digas. ¿Y de  
  cuánto dinero estamos hablando?
─Acércate, que te lo digo al oído.
─¡Copón bendito! Joder, joder.
─Bueno, ya lo sabes. Así que lo del Concorde nos lo podemos permitir,
─O sea que no se lo piensas devolver.
─Ni loca. Ese dinero es un seguro. Si se lo devolviera correríamos peligro de verdad.
  Mientras lo tenga yo estamos a salvo.
─¿Cómo estás tan…?
─Porque le conozco. Si se lo devolviera comprendería que me ha perdido para siempre.
  Enloquecería de dolor. Y morirá matando. Si me lo quedo, conservará una esperanza…
─La esperanza lo vale…
─Nadie con una brizna de esperanza nos tocará. Además, desde que estamos juntos noto que el cielo nos protege…

Eduardo Fraile


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