sábado, 9 de junio de 2018

Big-Bang

       La primera vez que te vi estabas ahí sentado, escribiendo. Me gustaste enseguida, todo de negro con tu cuaderno blanco y un lápiz Faber Castell. Entonces nuestros ojos se encontraron y por la expresión de tu cara se diría que hubieras visto un fantasma. Te quedaste blanco como el papel donde estabas escribiendo, o dibujando, al principio pensé que serías un artista. Qué mono estabas con tu lápiz. Y de golpe te empezaste a poner colorado… Me pedí una tónica y cuando te volví a mirar estabas rojo como un tomate. Dios, qué fuerte. Me tuve que contener para no reírme en los bigotes de Tony. A ver cuánto tarda en bajársele el rubor, pensé, y te observaba por el rabillo del ojo. Me bebí medio vaso de un trago. Me estaba excitando yo también. Fui al baño y me miré en el espejo. No puede ser, no puede ser. Me mojé un poco la cara y al salir tú venías también, a lo mejor para hacer lo mismo, pero alguien te dijo algo desde una mesa y eso evitó que chocáramos en el último segundo. Pagué y salí a la parada de taxis. Me latía a mil el corazón. Yo había quedado, pero no me pude esperar y tampoco tenía ya ninguna gana de estar con nadie ese día. Ahí mi cuerpo te eligió a ti. El cuerpo sabe. La inteligencia es muchísimo más lenta. Ante mi propia sorpresa le di al taxista la dirección de casa. Me metí en la cama completamente desnuda y me masturbé cinco veces antes de poderme dormir.

***

Cuando volví del servicio ya no estaba. Vi su vaso de tónica todavía en la barra, pero enseguida Tony lo retiró. Me había mojado la cara y el pelo, pero aún tenía desbocado el corazón. Casi nos habíamos chocado. Ella venía mirándome directamente, abiertamente, pero alguien tiró de mí desde una mesa oportuna/inoportunamente. Ay. Me iba a matar un adverbio, pero tú ya me habías atravesado el corazón. Me senté en el diván e intenté tranquilizarme. Era la primera vez que la veía en La Luna. Me acerqué a preguntarle a Tony.
¿Te ha impactado, verdad? Ponme una tónica como la suya, me he quedado como si hubiera corrido un maratón. Era de las Delicias, no sabía mucho más. Últimamente solía venir sobre estas horas, pero no todos los días. Me bebí la tónica, que me dio más sed, y me marché de allí. Era la primera vez que me pasaba esto: alguien había tomado el poder sobre mí completamente. ¿Qué sentido tenía seguir bordando palabras en mi bastidor de oro cuando una mirada que no era de este mundo me había citado en el campo de batalla?


Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario