sábado, 2 de enero de 2016

Oscuridad

José Manuel Catón, in memoriam
Una amiga francesa le llamaba Oscuridad
(porque ella se llamaba Claridad: Marie-Clarté Mougeot,
de París, de Versalles, de la luz del Rey Sol, de la piedra
dorada de los palacios del razonamiento), fascinada
por su inteligencia de puñal y el combate continuo con la muerte
y la vida del lenguaje. La greguería, la metáfora, la jitanjáfora casi,
de tan incomprensibles que le resultaban a mi amiga sus juegos de palabras,
que tanto me costaba traducir
a mí. Así que cuando su sonrisa cartesiana había comprendido el primer calembour
íbamos ya por la cuarta cerveza. Qué hacer.
Luego, tras aquel verano mágico, cuando me escribía
cartas en papel de seda con olor a violetas
me preguntaba por José Manuel Obscurité
y su risa fresquísima sonaba al otro lado de las líneas (enemigas)
de palabras azules. Y me sigue preguntando todavía,
y yo le digo que está bien, que trabaja en la distribuidora de su primo
Chuchi, con los libros y eso, entre pasillos verticales como acantilados
por los que se desliza como un cisne
negro con la gracilidad y la serenidad y la dulzura de los muertos.
Bueno, esto no se lo digo,
quizá por no decírmelo a mí mismo,
porque alguno de esos libros que transporta entre las estanterías
de la eternidad (la eternidad es una biblioteca
y Borges el bibliotecario) lo he escrito posiblemente yo.

Eduardo Fraile

3 comentarios:

  1. Qué homenaje tan hermoso a la oscuridad que se convertía en luz de la boca de José Manuel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Sandra. Hace mucho que no nos vemos. Un beso muy grande.

      Eliminar
  2. Qué homenaje tan hermoso a la oscuridad que se convertía en luz de la boca de José Manuel.

    ResponderEliminar