sábado, 23 de enero de 2016

La panadería del señor Pepe

La panadería del señor Pepe duró en el siglo
XX y entró tímidamente por la puerta
del XXI, como cuando íbamos nosotros con las huchas
llenas, agitándolas como si fueran sonajeros
a que nos cambiase aquellos montoncitos de zinc
(las perras gordas y las perras chicas) y de cuproníqueles
(las de dos reales con agujero). De hecho sigue ahí
aún, con las letras repintadas sobre la pared blanca
de la fachada. No sé si se despacha todavía,
si quienes la regentan son los descendientes de aquel hombre
que nos daba regaliz y grageas de colores.
Los últimos años, cuando me acerco por el barrio
de Bilbao, suele ser por la tarde. Llego a García Noblejas
en el Metro, y me doy un paseo hasta San Telesforo
10, y me siento en el jardín que hay frente a la casa
donde nací. Donde corté mi primera rosa.
Donde aparcaba el camión de las Vespas
los fines de semana. Y luego vuelvo corriendo a Chamartín,
a coger el AVE de regreso
a Valladolid, al Futuro
(desde la infancia) o quizás, o mejor dicho, al Presente
eterno de la niñez, que se aleja por las ventanillas.


Eduardo Fraile

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