sábado, 3 de octubre de 2015

Estación en Tansonville



            Aquel Paraíso que nos fuese vedado (porque seguramente era la casa donde vivía nuestro amor), andando el tiempo quizá acabe convirtiéndose en nuestra propia residencia. Y quizá la habitaremos con ella, y daremos largos paseos por la comarca (e incluso pescaremos truchas en la Vivonne, o como se llame el río que atraviesa nuestra memoria), ya sosegada aquella angustia del enamoramiento, ya bendecidos y absueltos por el deseo, que no se acaba sino con la vida.
            Y recordaremos juntos todo aquello que nos pasó por separado, porque el azar (par hasard Balthazar) así lo quiso, o el destino, o nuestra propia torpeza de adolescentes… Y ella dirá: «Si tú me hubieras dicho entonces esto, o esto otro…», pero reiremos sabiendo que las cosas son como tienen que ser, y si yo la hubiese dicho aquello otro, o lo de más allá, quizá no hubiéramos dado ese largo rodeo que nos llevaba al reencuentro y que de algún modo nos había mantenido secretamente unidos.
            Y esperanzados, y puros. Y ardiendo sin consumirnos en la hoguera de los amores imposibles. No mancillados por la cotidianeidad, por lo real, por la usura del tacto de la vida…

Eduardo Fraile  

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