Mi amor de manos largas, que me
tocan por todas partes. Dedos como lápices, como pinceles. Qué manos tienes.
Nunca me habían acariciado así. Me fijé enseguida en esos dedos y pensé: estoy
perdida, los quiero dentro de mí. Y con qué elegancia se mueven: ¿son alas o
son manos? Me elevas, me alzas, me lanzas al aire, me echas a volar…
***
Mi amor de barba llena de
margaritas. Tu barba ensortijada porque mis dedos se entretienen en hacer
caracolillos. Pareces griego, o asirio, o persa. Un gato persa eres, mi amor.
Besarte es como ir al bosque, como perderse en aromas de madera y peligro.
Podría quedarme a vivir en tu barba de caoba y de oro, de cedro y anís. Sería
una ninfa de los bosques de tu voz, amor mío.
***
Mi hermoso rey, tu majestad es
sencilla. Ni siquiera creías que eras guapo, que yo podría enamorarme de ti. Ni
un átomo de presunción en ti. Incluso ahora que eres mi señor no haces alarde
de tu conquista. No me das por supuesta. Cada instante dudas de que yo sea
verdad. Pero lo soy y te adoro.
***
Mi señor. Tu poder es la caricia de
un pétalo de rosa. El aroma que se desprende de ese pétalo. Yo lo respiro y sé
que la rosa sonríe. Mi amor, me haces florecer…
Eduardo Fraile
No hay comentarios:
Publicar un comentario