—Yo
soy los Estados de la Unión y tú los Confederados.
—Tú
el Norte y yo el Sur.
—Yo
los Federales, tú los rebeldes.
—Tú
los abolicionistas y yo los esclavistas.
—Yo
soy tu esclava blanca, mi Señor.
—Tú
eres mi Amor (o sea mi Amo, el único Señor a quien obedece el enamorado)
—Pues
eso decía yo, tonto.
—Tú
ganas la guerra. Yo gano la leyenda.
—Moriremos
los dos en esta guerra. Ganaremos los dos.
—Moriremos
de amor. Renaceremos mejores.
—Mejores
no se puede. Yo te quiero así de mejor.
—¡Iowa!
—¡Denver!
—¡Colorado!
—¡Mississippi!
—¡Luchemos
cuerpo a cuerpo!
—¡A
bayoneta!
—¡Ríndete!
—¡Eso
jamás! ¡Clávamela si puedes!
***
—O
sea que tú eres Denver, pero yo soy el río Colorado.
—El
más profundo y misterioso, el que ha dejado la huella más inolvidable.
—Y
tú el Mississippi de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
—Me
gusta ese río lleno de barcos de vapor, con ruedas de palas. Me recuerdan a la
noria del abuelo Bernardino.
—Es
como el Guadalquivir, pero a lo bestia.
—En
ríos de Europa, tú eres el Sena. La Seine,
que en Francia todos los ríos son chicas.
—Querido,
tú eres todos los ríos del Mundo, excepto ese río de los griegos que era el río
del olvido…
—El
Leteo.
—Eso.
Ese no. Tú no te olvides de mí.
—Jamás.
Pero recuérdamelo todos los días.
***
—Hay
dos estados nuevos que podemos añadir a la Unión.
—¿…?
—Los
has creado tú.
—¡No
me digas! Digo, sí, dime.
—El
State Quieto y el State Conmigo.
—Huy
qué mono él. Me lo como, me lo como.
Eduardo Fraile