─Quizá,
cuando pase mucho tiempo y estemos ya en el siglo XXI…
─¿Qué
ves?¿Cómo seremos?
─Bueno,
me gustaría recordar este momento de plenitud. No sé. Ojalá estemos juntos y
seamos uno, pero si no fuera así podríamos quedar en La Luna, por ejemplo,
dentro de 20 años.
─No.
Me prohibiste pensar estas cosas que ahora estás pensando tú. Ni hablar.
─Tienes
razón.
─Dijiste
(bueno, me lo escribiste): ¡Es una orden!
─Eso.
¡Una orden!
─Date
la vuelta, que te voy a dar unos azotes en el culo.
─Sí,
por favor. Y luego me los curas como tú sabes hacerlo.
─¡Sí!
¿Qué decías de quedar dentro…
─¿Dentro?
¡Sí, dentro, por favor!
─Así
que querías quedar…
─¿Qué
es quedar, mi señor?
─No
sé, ¿esto?
─¡Sí!
¡Quédame! ¡Quédame viva!
***
─Cuando
salgamos de aquí vamos a hacer un viaje muy largo juntos. Todas estas semanas
de reclusión van a ser como la plataforma de lanzamiento. Luego, a lo mejor no
podemos parar hasta… Seguro que si llegamos al sitio que nos esté destinado lo
sabremos enseguida. ¿Te imaginas que nos quedamos a vivir en…
─En
dónde.
─Qué
sé yo. O a lo mejor volvemos a nuestro café de la Cruz Verde. ¿Tú te ves en una
gran ciudad, tipo París o Nueva York?
─La
verdad es que no, pero contigo todo puede suceder…
─Qué
expectación. No sabemos qué va a ser de nuestra vida, excepto que queremos
estar juntos, ¿no?
─Eso,
qué bien hablas. Serás nuestro portavoz en los países anglófonos. Francia
déjamela a mí.
─Total,
si en todos los sitios encontraremos un ángel…
Eduardo Fraile
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