Iowa/Nevers. En algún
lugar de la montaña asturiana
─Tengo que
confesarte una cosa.
─Sí.
─Pero no te enfades.
─Cómo me voy a
enfadar contigo. ¿Tiene que ver con esa persona de la que huimos?
─En cierto modo sí.
No me persigue porque esté enamorado de mí. Hace tiempo me
ingresó un montón de pasta en una cuenta que
tengo en el extranjero. De cuando he
hecho algún trabajo de modelo y eso.
─Para que no se lo
pillaran si le detenían ¿no?
─Sí, yo era su caja
fuerte.
─¡Vaya, vaya! ¿Y
cuál es tu combinación?
─En serio. Te he
metido en esto sin querer, es decir, queriéndote…
─Ya me parecía a mí
que algo no cuadraba. Te agradezco que me lo digas. ¿Y de
cuánto dinero estamos hablando?
─Acércate, que te lo
digo al oído.
─¡Copón bendito!
Joder, joder.
─Bueno, ya lo sabes.
Así que lo del Concorde nos lo podemos permitir,
─O sea que no se lo
piensas devolver.
─Ni loca. Ese dinero
es un seguro. Si se lo devolviera correríamos peligro de verdad.
Mientras lo tenga yo estamos a salvo.
─¿Cómo estás tan…?
─Porque le conozco.
Si se lo devolviera comprendería que me ha perdido para siempre.
Enloquecería de dolor. Y morirá matando. Si
me lo quedo, conservará una esperanza…
─La esperanza lo
vale…
─Nadie con una
brizna de esperanza nos tocará. Además, desde que estamos juntos noto que el
cielo nos protege…
Eduardo
Fraile
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