La primera vez que te vi estabas ahí
sentado, escribiendo. Me gustaste enseguida, todo de negro con tu cuaderno blanco
y un lápiz Faber Castell. Entonces nuestros ojos se encontraron y por la
expresión de tu cara se diría que hubieras visto un fantasma. Te quedaste
blanco como el papel donde estabas escribiendo, o dibujando, al principio pensé
que serías un artista. Qué mono estabas con tu lápiz. Y de golpe te empezaste a
poner colorado… Me pedí una tónica y cuando te volví a mirar estabas rojo como
un tomate. Dios, qué fuerte. Me tuve que contener para no reírme en los bigotes
de Tony. A ver cuánto tarda en bajársele el rubor, pensé, y te observaba por el
rabillo del ojo. Me bebí medio vaso de un trago. Me estaba excitando yo
también. Fui al baño y me miré en el espejo. No puede ser, no puede ser. Me
mojé un poco la cara y al salir tú venías también, a lo mejor para hacer lo
mismo, pero alguien te dijo algo desde una mesa y eso evitó que chocáramos en
el último segundo. Pagué y salí a la parada de taxis. Me latía a mil el
corazón. Yo había quedado, pero no me pude esperar y tampoco tenía ya ninguna
gana de estar con nadie ese día. Ahí mi cuerpo te eligió a ti. El cuerpo sabe.
La inteligencia es muchísimo más lenta. Ante mi propia sorpresa le di al taxista
la dirección de casa. Me metí en la cama completamente desnuda y me masturbé
cinco veces antes de poderme dormir.
***
Cuando volví del servicio ya no estaba. Vi
su vaso de tónica todavía en la barra, pero enseguida Tony lo retiró. Me había
mojado la cara y el pelo, pero aún tenía desbocado el corazón. Casi nos
habíamos chocado. Ella venía mirándome directamente, abiertamente, pero alguien
tiró de mí desde una mesa oportuna/inoportunamente. Ay. Me iba a matar un
adverbio, pero tú ya me habías atravesado el corazón. Me senté en el diván e
intenté tranquilizarme. Era la primera vez que la veía en La Luna. Me acerqué a
preguntarle a Tony.
─¿Te ha impactado, verdad? ─Ponme una tónica como la suya, me he quedado
como si hubiera corrido un maratón. Era de las Delicias, no sabía mucho
más. Últimamente solía venir sobre estas horas, pero no todos los días. Me bebí
la tónica, que me dio más sed, y me marché de allí. Era la primera vez que me
pasaba esto: alguien había tomado el poder sobre mí completamente. ¿Qué sentido
tenía seguir bordando palabras en mi bastidor de oro cuando una mirada que no
era de este mundo me había citado en el campo de batalla?
Eduardo Fraile
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